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Parque de la Alameda

Parque de la Alameda
¡ El Parque de la Alameda se viste de otoño! Vale la pena visitar Santiago

Cuando la noche cae en Santiago... se levanta la figura del Peregrino Fantasma



Aún nos queda mucho por ver y fotografiar dentro y fuera de la Catedral, pero ya es tarde y las puertas están a punto de cerrarse para turistas y peregrinos. 

Mañana volveremos para asistir a la Misa que diariamente se celebra a las doce de la mañana y en la que se menciona expresamente a todos los romeros que han llegado hasta Santiago el día anterior, pero ahora es el momento de salir a la calle y sentarse en alguna de las tantas terrazas que jalonan las calles de la ciudad, buscando tomar un refresco que nos haga más gratas las horas del ocaso.

Praza de Quintana, vista desde las cubiertas de la Catedral

Nosotros hemos elegido en esta ocasión la Praza de la Quintana, pues queremos ser testigos de un hecho del que hemos oído hablar y que se viene sucediendo desde tiempo inmemorial en dicha plaza, justo en la pared de la Catedral, en la zona más próxima a la fachada de las Platerías. 

Poco a poco, según van cayendo las sombras en la ciudad, comienza a destacarse en el muro la silueta de un hombre, ataviado con capa y sombrero, y apoyado en un largo bastón. Su aparición es lenta, pausada, como si le costase trabajo volver cada día al mismo lugar, pero al cabo de un tiempo, su perfil está completamente definido y la inconfundible sombra de un peregrino ataviado a la antigua usanza se recorta contra la pared de la inmensa Catedral. 

Aunque el sentido común nos advierte sobre el origen real de esta figura, los humanos gustamos de usar nuestra imaginación para dar explicación a los hechos más prosaicos de la vida, y así, una simple sombra sobre el muro se convierte en una ilusión que ha ido transmitiéndose de generación en generación entre los habitantes de Santiago.

La sombra de un peregrino va tomando forma sobre el muro de la Catedral
Como les sucede a casi todos los mitos y leyendas, ésta también tiene varias versiones, aderezadas al gusto del narrador, pero todas ellas tienen un elemento común en el relato, y es el tinte de fatalidad y desventura que aflige a la sombra de este peregrino. 

Hay quien afirma que la silueta pertenece a un sacerdote enamorado de una religiosa del convento de San Paio de Antealtares, cuyos poderosos muros delimitan la plaza por uno de sus lados. Si hacemos caso de la leyenda, esta nos cuenta que cada anochecer el clérigo se reunía con su amada, utilizando para ello un pasadizo ubicado bajo las escalinatas de la plaza y que unía el monasterio con las dependencias de la Catedral.

Tal era su amor por ella que en una de sus citas le propuso huir de Santiago para alcanzar algún lugar donde dar comienzo a una nueva vida, lejos de las miradas censoras de quienes les conocían. Ella accedió a su propuesta y convinieron en encontrarse en la Quintana al anochecer. 

El sacerdote, buscando pasar desapercibido, se atavió como si de un peregrino se tratase, pero en vano esperó a su enamorada, pues esta jamás asistió a la cita. Desde entonces, al caer la noche, acude a la plaza con la esperanza de que ella por fin aparezca algún día y rompa el hechizo que lo mantiene atrapado entre las piedras de la Quintana dos Mortos. ¡Triste fin para un enamorado!

Para otros cronistas de mitos, esta forma se identifica con el espíritu de un peregrino francés del siglo XV, Léonard du Revenant, que vino a Compostela desde de París a cumplir una condena por parricidio.

Cuenta la historia que, siendo un jovencito de no más de dieciocho años, le pudo la codicia, llevándole a envenenar a su anciano progenitor para heredar su fortuna en el condado parisino. Los tribunales probaron su culpabilidad y lo condenaron a galeras, aunque se salvó de tal destino gracias a la intercesión del duque de Borgoña, del que se rumoreaba era hijo natural.

Tras unos años de cárcel, y como paso obligado para acceder a los bienes del difunto, se le impuso la peregrinación a Compostela para redimir su pecado, y fue este motivo y no una devota fe, el que sobre 1493 le puso en camino hacia Santiago, haciendo que su peregrinaje fuera una tarea ardua y difícil de seguir.

Una vez cruzados los Pirineos, conoció a una joven posadera a la que pretendió hacer suya a la fuerza, lo que le llevó a una violenta pelea con el novio de la joven, al que dio muerte antes de raptar a la muchacha, a la que posteriormente forzó y asesinó.

Fue capaz de burlar a la justicia disfrazándose de monje mendicante y peregrino pobre, y de esta guisa llegó hasta la ciudad de Compostela, donde tenía la esperanza de conseguir el perdón divino y el de los hombres para así disfrutar plácidamente de los bienes de su difunto padre.
  
Alcanzó la villa poco antes de la puesta de sol y encontró todas las posadas repletas de peregrinos, de manera que sin un techo bajo el cual cobijarse acabó resguardado a los pies de los muros de la Catedral. Cayendo en un profundo sueño se le apareció el espíritu de su padre, quien le dijo:

“Con esta visita a Compostela purgas la pena de mi muerte puesto que yo te perdono, pero no la de los dos jóvenes navarros que asesinaste en el camino. Hasta que sus almas no peregrinen a Compostela, no podrás abrazar al santo”.

Montó en cólera Leonard y desenvainó su espada contra el espíritu de su víctima, pero fue el anciano, más rápido, quien acabó con la vida del joven.

Desde entonces, Léonard du Revenant monta guardia junto a la Puerta Real, esperando en vano el paso de sus víctimas para poder redimirse, y han sido muchos los visitantes y turistas de las madrugadas quienes se han visto sorprendidos por su sombra, al pie del farol, quieta e impasible, aguardando un hecho que jamás sucederá.

Aunque estos relatos nos refieren unas historias románticas y pasionales, también hay otras versiones sobre la figura misteriosa que recuerdan el uso que en un momento de la historia tuvo la citada plaza.



Es poco el espacio ocupado por la Quintana de Vivos

Si lo comparamos por el ocupado por la Quintana dos Mortos
Todo aquel que ha visitado Santiago conoce la Praza de Quintana y sabe de la historia de la misma, de sus impresionantes escalinatas compuestas por dieciocho escalones, de su espacio para los vivos, en la parte alta de las escaleras y de su lugar para los muertos, en la parte baja de las mismas. 

Y es este lugar de enterramientos el que da lugar a macabras historias sobre nuestro particular fantasma, pues hay quien mantiene que el espectro es la manifestación de alguna de las almas que reposan bajo el enlosado de esta plaza, utilizado como cementerio de no muy buena calidad, en el que los cuerpos se amontonaban como si de fosas comunes se tratara.

Por si no fuera suficiente con haber empleado el lugar como camposanto, la Inquisición también dio uso al lugar utilizándolo para resolver los actos de fe o juicios inquisidores, llevando a la hoguera a muchos desdichados, uno de los cuales dice la leyenda que podría ser la figura torturada que aparece noche tras noche a los pies de la plaza.

Sea como fuere, la realidad es que todo aquel que tenga paciencia y disponga de algo de tiempo para gastar, puede comprobar en primera persona cómo, según va cayendo la noche y las luces de la plaza cobran vida, la figura solitaria de un ser sin rostro va tomando forma hasta que su silueta acaba cobijada tras el pilar de piedra que se levanta junto a la Puerta Real de la Catedral de Santiago.



Es curioso lo que un juego de luces y sombras puede conseguir, ¿verdad?

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