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Parque de la Alameda

Parque de la Alameda
¡ El Parque de la Alameda se viste de otoño! Vale la pena visitar Santiago

Verde y enigmática Galicia. De Sarria a Palas de Rei


La carta de presentación de nuestra cuarta jornada turística se presenta en forma de un rosado amanecer que nos hace presagiar que hoy también pasaremos calor, al menos en las horas centrales del día.

El día despunta en Sarria



Nuestros peregrinos quieren salir temprano de Sarria, pues hoy seguirán la ruta de los caminantes, y como Daniel ya la conoce, de sobra sabe que hay muchos tramos no ciclables que les obligarán a llevar sus bicicletas asidas del manillar.

Los demás les seguiremos en breve, pero antes tomaremos las últimas fotografías a la villa de Sarria, pues la tarde de ayer no fue suficiente para empaparnos de la historia local de este municipio. Aquí la riqueza histórica y cultural ha dejado un gran poso, reflejado en un abundante patrimonio que merece la pena ser visitado sin prisas.


Preciosa y frondosa casa de Sarria
Sarria es conocida por ser el mayor núcleo de población que se encuentra el peregrino en la parte gallega del Camino de las Estrellas. Está situada a 30 kilómetros de la ciudad de Lugo y en sus 185 kilómetros cuadrados de extensión viven más 13.000 almas repartidas en 48 parroquias rurales y 4 urbanas.

Vista parcial de la Sarria más moderna
Sus calles han sido mudos testigos del tránsito de peregrinos y reyes, de soldados y monjes, de emisarios y arrieros... y el paso de todos ellos ha marcado para siempre el carácter abierto y acogedor de los sarrianos.

Para explicar la gran afluencia de romeros que encontramos en sus calles, diremos que en el Campo da Feira un mojón nos recuerda que únicamente restan 111,5 kilómetros para alcanzar Compostela, y en el presente la ansiada acreditación sólo se consigue habiendo recorrido a pie los últimos 100 kilómetros del Camino.

Mojón xacobeo
Aunque Sarria alcanza su auge a partir del siglo XII, al estar su territorio enclavado en la ruta que conduce a Santiago, se han encontrado numerosos restos arqueológicos que nos remontan a épocas prehistóricas, romanas o suevas, como son los castros prerromanos de San Cosme da Pena, As Paredes, Calvor…., las insculturas o grabados en las rocas de las parroquias de Maside y Barbadelo, los dólmenes en Santa Marta o Vilamaior….,la estela funeraria localizada en Vilar de Sarria, las villas romanas localizadas en el mismo Vilar de Sarria y en San Antolín …

Pero será el comienzo de las peregrinaciones a Santiago el principal detonante para el resurgimiento de estas tierras, pues con el fin de cuidar y proteger a los caminantes que por aquí transitan se comienzan a levantar monasterios, hospitales, ermitas, mesones, que propiciarán la llegada de instituciones asistenciales como los Magdalenos en Sarria, los Templarios en Santo Estevo de Barbadelo… encargados del bienestar físico y espiritual , nobles y señores encargados de la protección de estos romeros, y pequeños burgueses encargados de suministrarles los artículos básicos para su subsistencia.

Este florecimiento de la ciudad anima al rey Alfonso IX a concederla un fuero que la regiría como villa real, pasando entonces a denominarse Vilanova de Sarria. Y será esta misma villa el escenario del fallecimiento del rey en 1230, cuando el monarca regresa de Santiago tras peregrinar a la tumba del Apóstol para agradecerle su intercesión en la reconquista de la ciudad de Mérida.

El Códice Calixtinus, la primera guía del peregrino a Compostela, ya describe a Sarria como una villa hospitalaria que da albergue al caminante que proviene de Triacastela y le concede importancia como punto destacado de aquel primer itinerario cultural europeo.

También dicen los libros del Sacti Jacobi que en "Sarria, la luna se funde con el brillo de la noche porque es donde duermen los sueños, ya que las "estrellas del Camino" se retiran aquí a descansar".

Numerosos son los monumentos que alberga esta villa, pero quizás los más significativos sean el viejo torreón de la antigua fortaleza de los Marqueses de Sarria y la iglesia de Santa Mariña de Sarria.
El castillo fue levantado en el siglo XIII, en la parte más alta de la villa, y desde su ubicación sus muros vigilaron la vida del pueblo, hasta que los Irmandiños en el siglo XV acabaron con casi todas los fortines de las tierras gallegas. De aquella primitiva fortaleza sólo se conserva en pie su magnífica Torre del Homenaje, que alcanza una altura de 14 metros y a la que se accede por una escalera situada en el paño de la muralla. A sus pies se ubicaron los antiguos escudos de los Lemos y de los Castro.

Fachada de la iglesia de Santa Mariña
La actual iglesia de Santa Mariña de Sarria, situada en la calle Mayor, es de origen gótico y vino a sustituir a la antigua parroquia, datada en el siglo XIII. Su construcción fue sufragada por la testamentaría de Don Juan María López, y en su interior guarda destacadas obras de la imaginería gallega, trabajadas, como la nueva iglesia, en el siglo XIX.

Un paseo por la Sarria más histórica, nos revelará que sus calles aún guardan muchas sorpresas para el visitante, entre las que sobresalen la iglesia de San Salvador, cuya construcción actual está fechada en el siglo XIV, aunque se levantó sobre el solar de otra anterior. Esta singular circunstancia nos conduce a la presencia de elementos románicos y góticos, destacando como los primeros el ábside semicilíndrico y la portada lateral que mira al norte. En su tímpano se destaca la figura de Cristo Pantocrátor, con su mano izquierda abierta y la derecha bendiciendo. Los herrajes de esta puerta son de origen medieval mientras que la puerta principal presenta un estilo ojival.

Fachada principal del la Iglesia de San Salvador

Daniel ante la puerta románica
Enfrente de esta iglesia se sitúa el antiguo Hospital de San Antonio, hoy sede del Juzgado, fundado en las postrimerías del siglo XVI por Don Dinís de Castro con el fin de atender a los peregrinos que regresaban de Santiago, a los que se les permitía pasar la noche si presentaban la Compostela siendo además obsequiados con ocho maravedíes para afrontar su sustento en el regreso a sus lugares de origen.

La construcción del Convento de los Mercedarios o de la Magdalena se puede fechar entre los siglos XIII y XIV, aunque es reedificado en el siglo XVI. Esta circunstancia traerá consigo una mezcla de estilos arquitectónicos, que se hace patente en su fachada, plateresca, el claustro, gótico, y la llamada Puerta de los Carros y el campanario que son decididamente barrocos.

Este monasterio, que había estado en manos de la Orden de los Bienaventurados Mártires de Cristo (“Magdalenos”) desde su puesta en marcha, en 1568 pasa a depender de la Orden Agustina, desapareciendo de esa manera sus primeros moradores.

También es interesante la sencilla y bonita capilla del antiguo Hospital de San Lázaro, del s. XVIII.

En la Calle Mayor tenemos además la Casa de Vaamonde, actual Ayuntamiento, un edificio de noble traza construido a finales del S.XIX por el prócer local Don Camilo García de Vaamonde. El conjunto que forman la escalinata, la paseada calle Mayor, el antiguo Hospital y la Torre, confirman la antigüedad de Sarria y su tradición peregrina.

Estatua del Alfonso IX, gran benefactor de la villa
Una vez hemos paseado por la zona más emblemática de la villa, descendemos los aproximadamente 63 escalones que separan estas calles del sector más moderno de la población para emprender nuestro camino hacia Palas de Rei, en cuyos alrededores daremos por finalizada nuestra etapa de hoy. 

Escalones que unen la parte histórica con la parte más moderna de Sarria

Si no los contamos mal, había 63 escalones para acceder a la zona más antigua de la localidad


Como en jornadas anteriores, el hecho de viajar en coche nos impide seguir la misma ruta que nuestros compañeros peregrinos, ya que nosotros no abandonaremos la LU-633 hasta bien pasado Portomarín y mientras ellos gozarán de un paisaje de ensueño atravesando localidades como As Paredes, Vilei, Barbadelo, Brea, Ferreiros …

No obstante, el hecho de no disfrutar físicamente de estos municipios, algunos pequeñísimas aldeas, no impedirá que hablemos un poco de ellos, pues queremos que su fisonomía sea conocida por todos aquellos que pretenden seguir la ruta xacobea. 

El pequeño pueblo de Barbadelo, del que se tiene constancia de su existencia desde finales del siglo X, forma, junto con Vilei, la parroquia de Santiago de Barbadelo. 

En esta época la localidad se encontraba bajo el área de influencia del monasterio de Samos, por lo que no es de extrañar que se decidiera levantar en sus tierras la iglesia románica de Barbadelo, sobre la edificación de un monasterio dúplice dependiente de la casa madre. 

Todavía se la llama "mosteiro" debido a esa antigua circunstancia. Han sido numerosas las reformas que han transformado parte de su perfil original, siendo una de las más llamativas la desaparición de su primitivo ábside para ser sustituido por otro cuadrado con la sacristía adosada. En cambio, sus muros norte y occidental están muy bien conservados, destacando en ellos sendas portadas decoradas.

Saliendo de Barbadelo los peregrinos se internarán por mágicos caminos que los llevaran hasta Portomarín por pequeñas aldeas como Rente, Mercado da Serra, Cortiñas, Lanvandeira, Brea, Ferreiros, Mirallos…

Si algo tienen de curioso estas dos últimas poblaciones, es el traslado en 1790 de la iglesia románica de Ferreiros a la vecina localidad de Mirallos, pues el Camino transcurría alejado de la capilla y a ésta se le quería dar el uso de hospital de peregrinos.

Es un templo de líneas sencillas, con una interesante portada románica que descansa sobre dos mochetes con cabeza de león. La espadaña que corona la parte superior de la fachada es de estilo barroco y como anécdota diremos que la pila bautismal, que aún conserva símbolos religiosos de la época medieval, se sacó fuera de la iglesia para adornar sus alrededores.


Tanto los caminantes como los motorizados accedemos a Portomarín a través de la misma vía, que no es otra que un largo puente que cruza el embalse de Belesar, nutrido con las aguas del río Miño. 

Quienes desconocen la historia reciente de esta localidad, quizás no tomen en consideración las ruinas que, en años de sequía, asoman entre las aguas de este tranquilo embalse, ni se percaten de los vestigios de antiguos edificios que se levantan orgullosos apuntando hacia el cielo. 

Son los restos del antiguo Portomarín, anegado por la construcción del embalse de Belesar. Que el embalse fuera necesario, nadie lo niega, pero este hecho obligó a sus habitantes a cambiar la faz urbana del municipio, trasladando su ubicación a la parte más elevada de la margen derecha del río.



Aspecto de las ruinas del viejo Portomarín
El viejo poblado, hoy sepultado bajo las aguas del embalse, lo formaban dos burgos o barrios medievales: el de San Pedro, en la margen izquierda del río y el de San Nicolás, en la margen derecha, unidos por un puente que, más tarde, fue destruido por Doña Urraca, cuando se enfrentó a su marido Alfonso el Batallador y posteriormente, en 1120, fue restaurado por Pedro “Peregrino”, gran defensor de los peregrinos.

Contaban ambos barrios con hospitales construidos por orden de Doña Urraca y el barrio de San Pedro además, contaba con una leprosería atendida por los Caballeros de San Lázaro, que prestaban un gran servicio hospitalario a los peregrinos.

Portomarín el nuevo se ha ido creando desde mediados del siglo XX en las tierras altas del monte de O Cristo a una sola margen, la derecha, del río Miño.

Pero no todo ha sido "ex novo". El patrimonio monumental, que incluye la Iglesia de San Juan, actualmente denominada de San Nicolás y que ya antes del anegamiento estaba declarado Conjunto histórico, fue trasladado piedra a piedra hasta su nuevo asentamiento. El resto del caserío y el viejo puente medieval quedaron sepultados por las aguas del pantano, siendo únicamente visibles en épocas de estiaje.

Este templo presenta una construcción impactante y de gran contundencia, que pertenece al románico tardío del siglo XIII. Su aspecto de fortaleza viene dado por la función que desempeñó, pues levantada por la Orden de San Juan, tenía bajo su control el puente que cruzaba el Miño y el cuidado de peregrinos.

Vistas parciales de la iglesia de San Nicolás


La profusa decoración exterior contrasta con su sencillez en planta, de nave única rectangular, rematada en un ábside semicircular de menor altura. Cubierta con bóveda de cañón, el interior es sobrio y de formas simples, destacando las dos escaleras por las que se acceda a las torres y al paseo de ronda, de gran utilidad para ejercer las funciones defensivas para las que fue concebida.

Su fachada principal tiene un enorme rosetón vidriado de más de cinco metros de diámetro, con doce óculos perimetrales a modo de reloj. El tímpano de la entrada es una maravillosa obra en la que parece haber estado muy presente la mano del Maestro Mateo.

Detalle del ventanal de la fachada principal
Recuerda al Pórtico compostelano en la representación de los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, en los arcos de medio punto de su fachada principal, y en el Cristo Pantocrátor del centro. Sus capiteles, con decoración vegetal y cabezas de aves, son también de una destacada calidad técnica.

En la fachada norte de la iglesia-fortaleza podemos apreciar un tímpano, profusamente decorado, con la escena de la Anunciación de la Virgen. A este relieve lo acompañan figuras de aves con cabezas humanas.



Interior de la iglesia de San Nicolás
Existe otro acceso a la iglesia de San Nicolás por la puerta Sur. En esta ecuación, preside la entrada un obispo mitrado, acompañado por otros dos personajes que soportan un libro y el báculo.


La Igrexa de San Pedro, originariamente en la orilla izquierda del río, forma un conjunto con otras construcciones civiles como el Pazo de Berbetoros y el Pazo do Marqués de Paredes. El templo conserva en su interior un afamado retablo.

Iglesia de San Pedro
A la entrada de la villa, se pueden contemplar los restos del Puente que se supone de origen romano y cuyo privilegiado paso dio florecimiento a este enclave que desde la antigüedad ha luchado por reconocerse en el espejo de su pasado y adaptarse a los cambios.

Puente Romano


Portomarín fue declarada conjunto histórico artístico en el año 1946. Lo peculiar de esta villa es su iglesia en lo más alto del pueblo, su puente romano reconstruido, justo al final del actual puente y sus edificios con soportales.







Hemos paseado por este nuevo Portomarín que nos ofrece una fisonomía muy homogénea, pues todas sus construcciones son similares en tamaño y forma y hemos admirado la labor de sus vecinos, que fueron capaces de desmontar y volver a montar las iglesias que formaban parte de su antiguo terruño y ahora es el momento de ponernos de nuevo en marcha, pues en el día de hoy tenemos intención de visitar el Castillo de Pambre, al que dedicaremos una extensa entrada sólo para él. 

Antes de alcanzar el cruce con la carretera de Ourense a Lugo y tomar el camino que va hacia Ventas de Narón, pasaremos muy cerca de Gonzar, una de las 20 parroquias del Concello de Portomarín.

En su momento fue una encomienda de los Caballeros de San Juan de Portomarín, y la iglesia de Santa María es su monumento más importante. 

Cuando sólo ha transcurrido algo más de un kilómetro desde la salida de Gonzar, alcanzamos el siguiente núcleo de población, Castromaior. Esta pequeña aldea, que se ha mantenido firme junto al Camino a pesar del paso de los años, recibe su nombre de un antiguo castro celta. 

Dentro de sus límites, Castromaior cuenta con un interesante templo, la Iglesia Parroquial de Santa María y San Juan. Un edificio muy bien conservado, emplazado sobre un antiguo castro y construido en sillería dentro de los parámetros del románico rural, aunque posteriormente resultó reformado, presentando en la actualidad un compendio de piedra sillar, mampostería y muros enfoscados en blanco.

Se proyectó sobre planta rectangular, con cubierta de pizarra a dos aguas, y la cabecera es de planta cuadrada con sencillos canecillos. La portada de acceso presenta un diseño románico, con arco de medio punto, arquivolta en arista y moldura exterior sencilla, con el tímpano liso y adintelado sobre mochetas con decoración geométrica. Luce una espadaña de un solo vano, situada a los pies de la iglesia. De origen románico son también sus ventanas saeteras, que se abren como delgadas hendiduras en sus gruesos muros.

En su interior, destacan la bella talla románica de la Virgen, tres retablos, uno renacentista, del siglo XVI y dos de traza popular, así como un arco sepulcral donde se puede contemplar el escudo de Juan de Montenegro

Hemos llegado al cruce con la autovía Ourense – Lugo, y siguiendo las flechas amarillas tomamos el desvío hacia Ventas de Narón, momento delicado para los conductores, pues resulta muy fácil pasar de largo la salida y acceder sin más remedio a la autovía.

Una vez tomamos la comarcal 535 nuestra marcha se ve reducida drásticamente, porque son cientos los peregrinos de todas las edades y nacionalidades que van saliendo a nuestro paso.

Los hay que caminan solos, ensimismados en sus propios pensamientos, descubrimos parejas jóvenes y no tan jóvenes que avanzan al unísono y en perfecta sintonía,  abundan los cuadrillas de amigos y familias completas, que aprovechan las largas caminatas para estrechar lazos y ponerse al día con sus vidas, pero lo que más encontramos a partir de este punto son  muchos, muchísimos grupos de jóvenes de hacen de su peregrinaje una continua celebración.

No les importan los kilómetros recorridos, ni el peso de las mochilas, ni las ampollas de los pies. Disfrutan del momento, se acomodan en medio del camino cuando de notan cansados, entonan alegres canciones que animan a quienes marchan a su lado, y siempre, siempre, muestran su cara más optimista. 

Siguiendo su estela, nos aproximamos a Ventas de Narón, pequeña población que ya en la antigüedad resultaba elegida por los concheiros para hacer un alto en el camino antes de cruzar la sierra de Ligonde. 

Se cree que en este lugar los cristianos, tras descubrir el sepulcro del Apóstol en Santiago, batieron al emir de Córdoba en su intento de conquistar Galicia. En el Codex Calixtinus ya aparecía  recogida esta población, aunque era denominada en aquel entonces como Sala Regina. 

La capilla de Ventas de Narón, levantada en honor a Santa María Magdalena, está situada a la salida del pueblo. Su origen puede estar relacionado con la existencia de un antiguo hospital de peregrinos, hipótesis muy plausible teniendo en cuenta la relevancia, en la Edad Media, de este núcleo rural como centro de atención y servicios al peregrino, tal y como se recoge en el Códex Calixtinus.

El templo es de factura muy sencilla, de una sola nave rectangular y cubierta de losas de pizarra a dos aguas sobre estructura de madera. Llama la atención el colorido de las piedras utilizadas en su construcción, consiguiendo un efecto muy alegre en su exterior. Como curiosidad, hay que fijarse en la puerta de entrada, de madera, en la que aparece tallada la vieira, símbolo de la peregrinación a Compostela. En su interior, donde puede observarse un cuidado enlosado de piedra, se reserva el espacio de culto para una única imagen, la de la Virgen de la Magdalena.

Como parte del patrimonio habitual de los pequeños núcleos ligados al Camino, Ventas de Narón también cuenta con su propio crucero dentro de los límites de su población. Un crucero muy simple y de madera, pero que marca la ruta a seguir para salir del pueblo en dirección a Santiago.

Dentro de una extensión total de casi 115 km cuadrados, el ayuntamiento de Monterroso, del que forma parte Ligonde, cuenta con más de veinte iglesias románicas, lo que da buena cuenta de la importancia de esta zona en el Camino.

Monterroso es el siguiente municipio que nos encontramos en nuestro avance, una vez abandonado el de Portomarín. De él ya hay constancia documental desde el siglo VI, pero no fue hasta el siglo XII cuando adoptó el nombre del monte que rodea al pueblo.

Hay dos elementos que compiten por obtener el protagonismo dentro de todo el paisaje gallego: el hórreo y el crucero. En Lameiros, poco antes de la entrada a Ligonde tenemos una de las cruces más antiguas e, históricamente hablando, más interesantes de todo el Camino Francés.

Los cruceiros gallegos son reflejo de la tradición y la  devoción de sus gentes , unas piezas muy integradas en el paisaje y en la cultura popular de la comarca. Es habitual encontrarlos dentro de los núcleos de población, en encrucijadas, cementerios, bordes de caminos y atrios. Su existencia viene a reflejar la constante presencia de lo mágico y sobrenatural en la vida tradicional del medio rural gallego.

Detalle del cruceiro


El cruceiro de Lameiros fue construido en el año 1.670, tal y como puede comprobarse en el grabado que vemos a sus pies. Los cuatro lados de la base, con relieves de un martillo, clavos, espinas y calaveras, representan el calvario y la muerte de Jesús. Por contra, en lo alto, en la cruz, los relieves representan la maternidad y la vida. Por un lado se puede contemplar la imagen de la Virgen con Jesús en sus brazos, del otro se puede observar a Cristo Crucificado.

La imagen de este crucero es una de las más reproducidas del Camino. En numerosas guías de viaje, la fotografía de este famoso elemento es la escogida para ilustrar la etapa que sale de Portomarín y finaliza en Palas de Rei.

A la tradicional triada de elementos arquitectónicos de los pueblos existentes al borde del Camino, iglesia, hospital y mercado, se le une, en el caso de Ligonde, el Cementerio de Peregrinos. Esta construcción viene a reafirmar la importancia de esta localidad en épocas pretéritas. Estos terrenos para el descanso eterno, no se establecían en cualquier lugar.

Del antiguo cementerio de peregrinos queda el testimonio, en Ligonde, de una cruz que marca el lugar exacto en el que se encontraba. Esta señal ocupa, hoy en día, una finca que da a la carretera que viene de Monterroso.

Adosado al cementerio estaba el hospital de la Orden de Santiago, que fue donado en el 956 por el conde Osorio a su esposa doña Teoduli Pepiz para redimir sus pecados, y del que tampoco se conservan apenas vestigios. Sí se mantiene, sin embargo, un libro de cuentas de la institución, a través del que se pudo conocer que, en el siglo XIX, se aplicaron diligencias contra los que tenían deudas contraídas con el hospital.

Apenas hemos salido de Ligonde  cuando alcanzamos la población de Eirexe, que cuenta con un interesante elemento patrimonial, su iglesia de Santiago. Construida en piedra con una única nave rectangular, ábside de planta cuadrada y sacristía adosada en el muro norte, este templo, que perteneció a la casa de San Marcos de León como parte de las propiedades de la Orden de Santiago, tiene un origen románico. La importancia de este edificio fue tal, que toda la localidad pasó a ser conocida con su mismo nombre. De hecho la denominación de Eirexe sería una variante gallega del término latino para iglesia. 

El conjunto ha vivido varias reconstrucciones, pero ha conservado ciertos elementos románicos que permiten situarla históricamente. Los dos elementos ornamentarles más llamativos se encuentran uno en el exterior y otro en el interior. En el muro lateral sur, muy cerca del suelo, se puede contemplar el relieve de una figura humana, que podría ser la del profeta Daniel, entre dos leones y un águila. Dentro de la iglesia destaca, en cambio, el arco triunfal sobre el altar, que reposa en semicolumnas adosadas y anilladas.

En la jornada de hoy hemos pasado por poblaciones  notables, otras insignes, otras que apenas albergan un puñado de casas, habiendo dejado las crónicas de todas ellas, sus tradiciones, sus costumbres, unidas siempre al Camino de Santiago, un poso de historia y leyenda a partes iguales, que nos ha invitado a sumergirnos en sus calles y pasajes, imaginando como nuestros sus crónicas y sus orígenes. 


En Palas de Rei, o propiamente dicho, en Meixide, concluirá la etapa de hoy, y su historia será objeto de nuestra más profunda atención en otra entrada de este blog. 


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