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Parque de la Alameda

Parque de la Alameda
¡ El Parque de la Alameda se viste de otoño! Vale la pena visitar Santiago

Campus Stellae. Santiago de Compostela, la ciudad

Vista de la Catedral desde el parque de la Alameda

Poco se conoce de los orígenes prerromanos de Santiago de Compostela, lo que sí se sabe es que tuvo tres nombres: el primero, Libredón, que para algunos sería céltico; entre los siglos IX y XI se le llama Arcis Marmoricis; y ya a partir de 1065, el Rey Fernando I, rey de Castilla y León, hizo público un documento en el que aparece como Compostella.

Gran parte del casco histórico dispone de soportales para guarecerse de la lluvia
Su toponimia es bastante discutida. El Cronicón Iriense (XI-XII) lo deriva de "compositum tellus, "tierra compuesta o hermosa". Aunque en latín esta acepción se asocia más bien a "cementerio". En el XII la crónica de Sampiro dice de Compostella, "id est bene composita", ciudad "compuesta, bien construida". Y por último la más popular, y, aquélla que nos acompañará en este periplo histórico, es la que se refiere a "Campus Stellae".

Un halo legendario envuelve a la milenaria ciudad de Santiago de Compostela, y buena culpa de ello tiene el término Campus Stellae "Campo de Estrellas".

Los tejados de Santiago desde las cubiertas de la Catedral
Cuenta la leyenda, que allá por el año 814 tuvo lugar un hecho cuya trascendencia ha perdurado hasta nuestros días. Un anacoreta llamado Paio (Pelayo), permaneció absorto ante la visión de unas estrellas luminosas en las proximidades de un antiguo cementerio, una necrópolis tardorromana localizada en el bosque de Libredón.

Éstas iluminaban un lugar oculto entre las zarzas, de entre las cuales pudo distinguir unas ruinas de lo que parecía ser una construcción funeraria que destacaba sobre la sencillez de las demás tumbas. Estupefacto por lo extraordinario del acontecimiento, optó por caminar los 18 Km. que separaban el lugar del hallazgo de la sede episcopal de Iria Flavia, la actual Padrón, donde pondría al corriente del hallazgo al que por entonces era su obispo, Teodomiro.


Un halo esotérico rodea las calles de Santiago
Santiago (Jacob) el “Mayor”, había predicado por tierras hispanas, se dice que con poca fortuna, y en concreto pasó algunos años en el Noroeste peninsular, por tierras gallegas y asturianas. Corría el año 44 de nuestra era cuando decidió regresar a Jerusalén con algunos de sus discípulos, varios de ellos, hispanos, y fue decapitado ese mismo año por orden de Herodes Agripa. Sus seguidores ocultaron su cuerpo, lo embalsamaron, y organizaron su traslado en barco desde Haifa (Palestina), rumbo a Hispania, para darle digna sepultura.

Tras surcar el río Ulla, y su afluente el Sar, amarraron su barca ante un “pedrón”, término que dio origen al actual nombre de la población de Padrón, y que todavía se conserva bajo la iglesia de Santiago de dicha localidad.

Al desembarcar pidieron ayuda a la pagana reina Lupa para que  les ayudase con el cuerpo, pero ésta usó todo tipo de trabas y artimañas para deshacerse de los incómodos huéspedes. Finalmente consintió en cederles unos bueyes –en realidad toros bravos-, para que tirasen de la carreta que portaba el sepulcro de Santiago. Tornados los toros bravos en mansa yunta de bueyes, la reina optó finalmente por darles protección, y los discípulos dispusieron que fuera la Divina Providencia quien decidiese el lugar del enterramiento, y allá donde se detuviesen los toros, acordaron que sería inhumado el Apóstol.


Aún se conservan reminiscencias celtas
El devenir de los acontecimientos propiciados por el monje Paio, no debe sorprendernos, ya que desde la época de la muerte de Santiago, circulaban rumores sobre la ubicación de su tumba en algún lugar entre los que habría predicado. Rumores alimentados en el S. VIII por San Isidoro de Sevilla, y más tarde por el Beato de Liébana, ya que ambos afirmaban que Santiago Zebedeo estaba enterrado en tierras hispanas.

Teodomiro se apresuró a visitar el frondoso bosque de Libredón, donde observó como destacaba lo que parecía ser un sepulcro, dentro del cual había dos tumbas y un altar, y bajo el altar otra tumba con un cadáver decapitado, (así murió Santiago). No le cupo ninguna duda de que se hallaba ante el lugar del enterramiento del Apóstol y dos de sus más fieles discípulos, Teodoro y Anastasio.

Y también se conservan restos románicos
Enseguida propagó la noticia, primero avisó a su rey, el monarca astur Alfonso II el “Casto”, (759-842) y posteriormente al Papa León III, (quien había coronado emperador a Carlomagno en Aquisgrán en el año 800) y que oficializó el descubrimiento del sepulcro con la epístola "Noscat Vestra Fraternitas".

Corrían tiempos difíciles para la Hispania cristiana. El avance musulmán había sido contenido en el norte y noroeste, por donde se extendían los dominios de un pequeño reino cristiano, Asturias, al cual pertenecían Galicia y la incipiente Navarra.

El valle del Duero era un baldío desierto demográfico que servía de frontera natural entre los cristianos del Norte y los musulmanes del Sur. En los Pirineos, la Marca Hispánica, bajo dominio Carolingio, hacía lo propio y delimitaba el poderío del todopoderoso emirato de Córdoba, cuyo territorio llegaba hasta los confines del Duero, quedando muy expuestos los cristianos a las correrías de los ejércitos Omeyas.

La falta de cohesión se evidenciaba tanto en un bando como en el otro, pero era el cristiano sin duda, en esos momentos de la historia, S. IX, el más necesitado de “hechos milagrosos” que asegurasen su pervivencia frente al poderío musulmán.

La figura de Santiago unió a los cristianos peninsulares
En momentos tan delicados, un descubrimiento de tal calibre en tierras donde se combatía al infiel, era de lo más oportuno para aunar esfuerzos entre los diferentes reinos de la amenazada cristiandad.

El rey asturiano Alfonso II, se convirtió en el primer peregrino de la historia, recorriendo el Camino del Norte, y levantando una humilde iglesia (llamada de Antealtares) sobre la tumba del Santo, y un monasterio benedictino. Inauguraba con ello una costumbre que no ha cesado hasta nuestros días, la de peregrinar a Santiago, convirtiéndola en uno de los centros espirituales más importantes de la cristiandad.

Los fieles de los reinos peninsulares pronto siguieron sus huellas, razón más que suficiente para que Alfonso III (866-911), el 6 de mayo del 899 consagrase una reformada Basílica, mayor que la anterior,y surgiesen en torno a ella nuevas edificaciones religiosas y una renovada  población.


La grandiosidad no necesita palabras
Desde Metz, en la vecina Francia, a partir del año 860 tiene su origen el peregrinaje internacional, convirtiéndose en el primer y más importante centro de peregrinación fuera de la península. Desde Europa, a través de Francia, y de la ruta que desde entonces llevará su nombre, el Camino Francés, se canaliza la afluencia de peregrinos provenientes de toda la cristiandad. En el 950 se tiene constancia de la peregrinación realizada por el obispo Godelesco de Le Puy.

Almanzor, (al-Mansûr, “el Invencible”), se encargó de ralentizar el desarrollo de por la entonces floreciente Arcis Marmoricis, interrumpiendo y poniendo en peligro las rutas de los peregrinos. En el 997 destruye por completo la ciudad, según su costumbre, respetando la tumba del Santo, y ordenando que las campanas de la Basílica compostelana sean transportadas a hombros de prisioneros cristianos hasta Córdoba, la magnífica capital de Al-Andalus.

Convento San Domingos de Bonaval
El obispo San Pedro de Mezonzo auspiciado por el rey de León Bermudo II (984-999), inicia la reconstrucción de la Basílica  y de la ciudad. Desde el 913, el reino de Asturias se había convertido en reino de León, y Compostela era el principal centro  espiritual del mismo. 

Entorno al año 1075 en tiempos de Alfonso VI comenzó la construcción de la Catedral de Santiago de Compostela, promovida por el obispo Diego Peláez y dirigida por el Maestro Esteban.

Se implantaba así el Arte Románico que ya se venía utilizando en Europa y otros puntos del reino, como en San Isidoro de León, el primer templo que introduce el románico, y que servirá de espejo al resto de los templos del orbe cristiano. Fue en el año 1063 cuando se consagró San Isidoro por los reyes de Castilla y León, Fernando I y Doña Sancha.

Algunas torres quedaron inconclusas
Dos importantes hechos impulsan la expansión del Románico en el siglo XI: el avance de la Reconquista, por un lado, y por otro, la política de unificación ideológica y constructiva emprendida por Roma a través de la orden de Cluny, en Francia.

La importancia del Camino de Santiago, vertebrador de la zona Norte, que a la sazón se encontraba ya libre de la ocupación musulmana, será fundamental a la hora de introducir esta nueva manera de entender el arte, pues llegará a ser una reforma arquitectónica-teológica en toda regla. Es así como penetra en el reino el espíritu de Cluny, a través del Camino de Santiago.

La luz nocturna realza la fachada de la Catedral
El nuevo templo compostelano se convertirá en una gran iglesia de peregrinación de tres naves, planta de cruz latina, cabecera con girola, y cinco capillas absidiales.

En el año 1095 el papa Urbano II traslada la sede episcopal desde Iria Flavia a Compostela, y durante el siglo XI Sancho el Mayor de Navarra realiza una serie de mejoras en la ruta que enlaza con Santiago con el objetivo de dotar de mayor seguridad a los peregrinos.

No habrá que esperar mucho para que el obispo Diego Gelmírez (1100-1139), gran mecenas de la cultura, se encargue de ampliar de nuevo la Basílica, construyendo una tercera,propiciando este hecho que se produzca una auténtica eclosión de las peregrinaciones. 

A ello se suma que por la misma época, el papa Calixto II (1119-1124), instaure el Año Santo Compostelano, cada año que el 25 de julio caiga en domingo, completando una serie que sigue la siguiente rutina: 6-5-6 y 11. 

En este sentido, y relacionado con Calixto II, es especialmente importante mencionar el primer libro de viajes, incluido en el “Códice Calixtino”, una compilación de cinco libros, cuyo quinto volumen “Iter pro peregrinis ad Compostellam” es una auténtica guía del peregrino llevada a cabo por el monje Aymeric Picaud, acompañante y secretario de Guido de Borgoña, el futuro Papa, en la peregrinación que ambos llevaron a cabo en el año 1109.

Todas la calles de Santiago lucen la misma fisonomía
Alrededor de la nueva basílica surge un nuevo burgo cada vez más importante, con su típica organización gremial en el entramado urbano, y una ciudad amurallada a la que se accedía por siete puertas. En paralelo a la Rua do Vilar, Gelmírez construye la Rua Nova, ambas calles son todavía hoy día las arterias del Casco Antiguo compostelano.

En 1147, un nutrido grupo de cruzados, unos 13.000, acuden en masa a presentar su ofrenda al Apóstol. A partir del S. XVIII, y sobre todo del XIX, las peregrinaciones declinan, hasta recuperarse definitivamente en el último tercio del S. XX.


Una de las antiguas entradas a la ciudad
Muchos son las mujeres y hombres que han peregrinado a lo largo de los siglos, la mayoría anónimos, otros por ser personajes relevantes, han pasado a la Historia. Sin embargo, todos tienen en común una motivación, atraídos  en unos casos por esa espiritualidad que se desprende del “Campus Stellae”, en otros movidos por una profunda devoción.

Entre los romeros de la historia, encontramos reales nombres como: Matilde, hija del rey de Inglaterra Enrique I en 1125; el rey de Francia, Luis VII, en 1154; Guillermo X, duque de Aquitania, en 1137; Brígida de Suecia en 1341; Alfonso VII en 1138; la reina Isabel de Portugal en 1325; los Reyes Católicos en 1488; Felipe el Hermoso y su esposa Juana la Loca; Federico II del Palatinado; Felipe II; Jacobo Sobieski , padre del rey Juan III de Polonia (1611), o Alfonso XIII en tiempos más modernos. Sin olvidarnos del actual monarca, Juan Carlos I, que en numerosas ocasiones ha acudido a Compostela.

Artistas como el pintor flamenco Jan Van Eyck en 1429, viajeros como el inglés George Borrow, en el S. XIX.

Ya en el XX es notoria la presencia de intelectuales o actores, personas de importante poder mediático, caso de la actriz Shirley Maclaine, que en 1994 realizó el Camino Francés plasmando sus experiencias en un libro de notable éxito en su país, Estados Unidos, “El Camino”.
El escritor brasileño Paulo Coelho, realizó el Camino Francés en dos ocasiones, de donde surgió el libro “el Peregrino”.
El escritor español Fernando Sánchez Dragó, que en 1999 publicó su libro “Historia mágica del Camino de Santiago”.
El actor Anthony Quinn, quien participó en una serie de TV dedicada al Camino, lo mismo que Charlton Heston.
Premios Nóbel de literatura de la talla de Gabriel García Márquez, Camilo José Cela, José Saramago, Graham Green, Jorge Luís Borges, o Ian McEwan, han visitado en alguna ocasión la ciudad.

Pero quizás la visita que más repercusión mediática  ha tenido en nuestros tiempos, es la doble peregrinación llevada a cabo por el carismático papa Juan Pablo II en 1982, y 1989.

La Compostela que conocemos hoy día es una ciudad barroca, de finales del XVII y principios del XVIII, una ciudad cuya teatralidad, y el juego de luces y sombras sobre sus fachadas, hace que sea muy distinta de día y de noche. La plaza del Obradoiro, corazón y símbolo de la ciudad, a pesar de sus cuatro estilos diferentes, consigue mantener una cierta unidad, posiblemente gracias a la omnipresencia del granito.


Palacio de Raxoi, sede del Ayuntamiento y la Junta de Galicia
Aparte de la enorme repercusión que en su día tuvieron las visitas de Juan Pablo II, hay dos hechos que sin duda han cambiado el destino de Santiago y el Camino que a ella conduce (compendio en realidad de cualquier vía de aproximación a la ciudad). Ellos fueron: la declaración del casco histórico como Ciudad Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985; y ya en 1993, en pleno Año Santo, el  Camino Francés es también declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Previamente, en 1987, el Consejo de Europa había declarado el Camino de Santiago Primer Itinerario Cultural Europeo. Esto provocó la implicación en una tarea de promoción sin precedentes, de todas las Comunidades Autónomas por cuyo territorio transcurre la ruta Jacobea que conduce al Campus Stellae. El Xacobeo 93 supuso el nacimiento de una marca reconocida a nivel internacional.

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