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Parque de la Alameda

Parque de la Alameda
¡ El Parque de la Alameda se viste de otoño! Vale la pena visitar Santiago

Hoy toca alta montaña. De Ponferrada a O Cebreiro

La etapa de hoy nos llevará desde tierras leonesas a comarcas gallegas dado que comenzará en Ponferrada y tendrá su final en O Cebreiro, lugar mítico y a la vez temido por todos los peregrinos que a pie, en bicicleta o a caballo se enfrentan a la dura subida de La Faba y sus más de 600 metros de desnivel, pues ese es el que hay en los últimos kilómetros de esta etapa, que una vez finalizada regala a los romeros unas espectaculares vistas de la provincia de Lugo. 

Pero antes de iniciar nuestra marcha conoceremos un poquito Ponferrada, ciudad que tiene su origen en la Edad Media surgiendo como asentamiento alrededor del Camino de Santiago.

El rio Sil a su paso por Ponferrada
A finales del siglo XI, el obispo astorgano Osmundo, dispone que se construya un puente sobre el río Sil que facilite el paso a los peregrinos que marchan a Compostela. 

Es el "Pons-Ferrata" que dará nombre a un primitivo núcleo de población, la "Puebla de San Pedro", llamada así por la dedicación de la iglesia románica construida en el siglo XII a la salida del puente. Ese primitivo barrio se une al pequeño poblado que el rey de León, Fernando II, crea en la otra orilla, sobre un promontorio rocoso al que rodea una cerca. Este recinto será ampliado en los siglos siguientes como fortaleza de los monjes Templarios y como residencia de otros señores feudales, siendo el barrio que se consolida como ciudad de Ponferrada.

Hacia el año 1178, por concesión de los Reyes de León, los Templarios se establecen a lo largo del Camino de Santiago y será el rey Alfonso IX quien done Ponferrada a los Templarios con la explícita encomienda de proteger a todos aquellos que acudían en peregrinación a Compostela, ya que en la zona se cometían muchos abusos contra ellos.

Es posible encontrar la Cruz Templaria en las versiones más originales
Las crónicas cuentan que aquellos primeros Templarios llegaron con el maestre provincial Guido de Garda encabezando la expedición, siendo Fray Helías el primer comendador de Ponferrada. La tradición les atribuyó hazañas de toda índole, incluida la del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Encina, patrona de la comarca de El Bierzo, allá por el año 1200, en el hueco de una encina. 

Con la disolución de la Orden del Temple, la ciudad, enclave importante en el camino de Castilla a Galicia, pasa a manos de distintas familias que amplían la fortaleza y ensanchan sus límites: Son los Castros y los Osorio, principalmente el Conde de Lemos, Pedro Álvarez Osorio.

Ponferrada se desarrolla como urbe entre los siglos XVI al XVIII, época en la que se construyen los edificios más singulares y notables. 

En el casco antiguo se conservan vivas las huellas de la historia de Ponferrada, como así lo manifiesta el entramado de callejuelas tejido en la parte alta de la ciudad y presidido por la silueta majestuosa del Castillo de los Templarios.


La zona histórica de Ponferrada presenta calles como esta
Quien disponga de un rato para callejear y perderse por este dédalo de calles, descubrirá la Basílica de la Encina, la Calle del Reloj y su torre, levantada ésta sobre una de las puertas de la antigua muralla, la Plaza del Ayuntamiento, presidida por la fachada de la Casa Consistorial,la Iglesia de San Andrés, la Real Cárcel, hoy museo del Bierzo, que ofrece al viajero un paseo por la historia, desde la más remota a la más actual…


Ayuntamiento de Ponferrada
Si es posible, tampoco hay que perderse la visita al Castillo de los Templarios, construido entre los siglos XI y XV.  Nosotros no podremos hacerlo, pues tanto los domingos por la tarde como los lunes no se realizan visitas.




El Castillo, orgullo de los Templarios
Cuando en 1178 Ponferrada pasa a depender de la Orden del Temple por donación de los reyes leoneses, los templarios se encuentran una pequeña fortaleza que fue en su origen castro y posteriormente ciudadela romana. Ellos la amplían y mejoran como defensa del Camino de Santiago, estando acabada en 1282.

El Castillo que hoy conocemos es el resultado de una larga serie de ampliaciones. Como prueba de estas diferentes etapas encontramos los escudos y blasones de aquellos que lo ocuparon y contribuyeron en el desarrollo de su construcción. Fue declarado Monumento Nacional Histórico Artístico en 1924. 

La Basílica de la Encina, precioso templo renacentista donde hemos ido a que nuestros peregrinos sellasen la credencial, fue iniciada antes de 1573 sobre planos de Juan Alvear, con planta de cruz latina. En su interior destaca el Retablo Mayor, en madera policromada, de la escuela de Gregorio Fernández, fechado entre 1630 y 1640. Preside el retablo la imagen de la Virgen de La Encina "La Morenica" patrona del Bierzo.


Detalle de la torre de la Basílica
A pesar de que existe un anacronismo evidente, una leyenda narra cómo la talla de la Virgen traída de Tierra Santa por Santo Toribio, obispo de Astorga, hubo de ser escondida con el fin de preservarla de las invasiones musulmanas. El rastro de la imagen se perdió y siglos después, los templarios encontraron la talla oculta en el interior de una encina mientras se aprovisionaban de madera. La Virgen adoptó el apelativo del árbol en el que había sido hallada.

La Torre del reloj, ubicada sobre una de las puertas de la muralla medieval, única que se conserva, se encuentra sobre el Arco de la Eras, en el acceso a la Calle del Reloj (junto al Ayuntamiento).


La Torre del Reloj, que da paso a la Plaza Mayor
De planta rectangular, consta de tres cuerpos construidos en mampostería de pizarra y canto rodado, excepto en esquinas y jambas, en las que se emplean sillares de granito. Se accede a ella por una escalera exterior desde la Calle Carnicerías. Por su originalidad, la silueta de la Torre del Reloj está inseparablemente unida a la imagen de Ponferrada.


Iglesia de San Andrés, situada frente al Castillo de los Templarios
Aún quedan algunos edificios interesantes que visitar,como la iglesia de San Andrés,  pero la etapa es larga y queremos llegar a O Cebreiro a la hora de comer, pues conocemos un lugar allí donde sirven un pulpo a feira, ya estamos en tierras lucenses, que recuperará a los peregrinos de las penurias que hayan podido padecer subiendo La Faba.

Salimos de Ponferrada por el poblado de Compostilla, barrio creado para dotar de viviendas a los trabajadores de la Central Térmica de Endesa.

Hemos decidido visitar el Monasterio de Carracedo, por lo que tomamos la desviación hacia este municipio, de forma que las poblaciones de Columbrianos, Fuentes Nuevas y Camponaraya, por las que en un principio pensábamos pasar, quedarán fuera de nuestro recorrido.

No obstante, y para aquellos que sigan el Camino original, reflejaremos en nuestra crónica algunos apuntes sobre estas poblaciones, aunque no dispongamos de documentos gráficos que lo ilustren.

Sólo un par de kilómetros separan Compostilla de la siguiente población, Columbrianos, villa de la que ya existen referencias en los años 923, 928, 1043 y 1081, fechas que podemos conocer gracias a los documentos que recogen donaciones medievales hechas a este lugar. Estos mismos escritos recogerán el nombre de Conimbrianos como otro apelativo del municipio. 

La Iglesia de San Esteban constituye uno de los principales focos de interés de la zona. Data de 1778, y su torre de espadaña fue reconstruida en 1948, ya que sufrió la caída de un rayo y se derrumbó parte de la misma.

Se encuentra separada del centro urbano de la localidad, donde podemos hallar la capilla de San Blas con una imagen en su interior del siglo XVIII y un relieve barroco de la Virgen de La Encina. 

Tiene casas solariegas, como la de Tormaleo y la de Regalao, que fue sede del Ayuntamiento, ya que las posesiones de Columbrianos fueron muy importantes. Por aquella época, su superficie alcanzaba hasta el Puente de Cubelos (Puente de Hierro) y era limítrofe con Toral de Merayo que entonces llegaba a La Placa, es decir, Columbrianos ocupaba la mayor parte de lo que hoy es Ponferrada. 

Fuentes Nuevas es un pueblo completamente llano, donde se distinguen claramente una parte antigua y otra mucho más moderna.
En la antigua se pueden admirar casonas como la de los Villarino, con nobles balconadas y vanos adintelados en granito, o la de los Cartujos, que dispone de una gran balconada y una regia portada. También se pueden ver los restos del antiguo convento con su portada y bodega abovedada, pero indudablemente el monumento mas notable es su iglesia parroquial.

Diseñada en planta rectangular, al lado izquierdo de la nave se abre una hermosa capilla. El retablo mayor se caracteriza por la abundancia de cariátides juntamente con la imagen de la Asunción fechada en el  siglo XVIII, y las de San Francisco de Asís y San Esteban, que hacen la función de telamones. Para quien desconozca este término, diremos que los telamones son estatuas con figura de hombre que sostienen sobre su cabeza o sus hombros el arquitrabe de una construcción, sustituyendo a una columna.

En el retablo lateral derecho merece la pena fijarse en la imagen de la Virgen de las Candelas, y también es conveniente tener en cuenta El Crucificado de la pila del agua bendita, pues es muy bueno y realista, quizás del siglo XVIII.

La "Ermita del Divino Cristo", antes "Ermita de la Vera Cruz", le costó al Concejo de Fuentesnuevas 300 reales del año 1662. Se quedó totalmente perdida y se ha renovado por una de nueva construcción. La espadaña se reconstruyo muy similar a la antigua, con las propias piedras, manteniendo el mismo campanín.

En el nuevo poblado puede admirarse las polícromas vidrieras en franjas corridas a los lados de la nave principal de la iglesia, y sobre todo la de la fachada con la Coronación de la Virgen por la Santísima Trinidad, obra de José Luis Sánchez.

Camponaraya estuvo conformado en un principio por dos pueblos distintos separados por el Arroyo Naraya o de Los Barredos: Campo, situado del lado de Cacabelos y Naraya, que es el poblado más antiguo de los dos, ya nombrado en el siglo IX y situado del lado de Fuentes Nuevas, uniéndose ambos durante el siglo XV formando Camponaraya.

En la Edad Media contó con dos hospitales para peregrinos, el de la Soledad y el de San Juan de Jabero. En el núcleo de la población podemos encontrar la iglesia parroquial de San Ildefonso y la capilla de la Virgen de la Soledad.

Son escasos los restos de época prerromana y romana, a excepción del Castro de Camponaraya. Los actuales núcleos de población del municipio de Camponaraya tienen origen medieval, entre los siglos IX y XII. 

Una de las primeras menciones al Bierzo Alto medieval (y a este municipio) las encontramos en el año 853, cuando el rey Ordoño I confirma las propiedades del monasterio de San Julián de Samos de dos iglesias, en este caso el lugar mencionado es Naragia o Naraya.

Alguno de los pueblos del municipio de Camponaraya, como Naraya, Camponaraya y Narayola pertenecieron al monasterio de Carracedo, fundado por Bermudo II en el año 992.


Vista parcial del Monasterio de Carracedo
En la Edad Media el Monasterio de Santa María del Carracedo llegó a poseer un extenso, rico y variado dominio territorial, compuesto de iglesias, villas, granjas, heredades, molinos, minas y casas. La formación de este dominio fue posible por las donaciones y las compras que el monasterio recibió y realizó durante siglos.

Todas estas donaciones, compras y trueques convirtieron al monasterio de Carracedo en propietario de numerosas tierras de cereal y viñedo fundamentalmente, y también de bosques y zonas de pasto.

En los siglos XIV y XV por falta de mano de obra para el trabajo, el monasterio adoptó la solución de entregar las granjas en préstamo, primero bajo arrendamiento por varios años y luego en forma de foros de larga duración, a veces de forma vitalicia.

Esta dificultad de los monjes sería aprovechada por sus vasallos para liberarse de las cargas a las que se hallaban sometidos. Como el caso de los vecinos de Camponaraya que, en 1497, se negaron a pagar los foros de sus casas (Contrato por el cual una persona cede a otra el dominio de una cosa, como una finca, a cambio del pago de una renta).

Campesinos y miembros de la nobleza propulsaron numerosas rebeliones en el s. XVI en contra de los foros impuestos por el monasterio, siendo destacada la revuelta encabezada por un tal Alonso de Sorriba en el año 1512. Pero todas estas insurrecciones tendrían resultados desfavorables para los vecinos, que siguieron soportando tales tributos.

Dada la importancia de este monasterio, y su participación en la historia de la zona, estábamos muy interesados en visitarlo. Pero hoy es lunes, y ese día, es el elegido para cerrar las visitas a todos los monumentos en toda la Comunidad de Castilla y León. 

De manera que únicamente podremos tomar algunas fotografías del exterior. Es una lástima, pues basándonos en su crónica hubiera merecido la pena realizar una visita a sus dependencias.

Puestos de nuevo en ruta, enlazamos con Cacabelos, municipio que acoge el Camino de Santiago, por lo que volvemos a seguir la estela de nuestros compañeros.


Este lagar se encuentra a la salida de Cacabelos
Cacabelos se menciona por primera vez en el siglo X, en la donación de Bermudo II al monasterio de Carracedo. En el año 1108 el arzobispo de Santiago, Diego Gelmírez, lo reconstruye y erige la iglesia de Santa María, que aún conserva su viejo ábside. Dicha reconstrucción provocaría una enconada disputa con el obispo de Astorga, pues la villa se hallaba en territorio de esa diócesis.


Iglesia de Santa María
Detalle de una vidriera en el interior de la iglesia
La disputa concluyó con la donación de la villa por Alfonso VII a aquel arzobispo en 1138, hecho que singularizará a Cacabelos, pues no sólo será jurisdicción del arzobispo, sino que pertenecerá a aquella lejana diócesis hasta 1890.

La villa, al lado de un puente, en pleno Camino jacobeo, creció de forma ininterrumpida durante la Edad Media, como lo testimonian sus iglesias (Santa María de la Plaza, Santa María de la Edrada y Santa María "circa pontem") y hospitales (San Lázaro, Santiago, Santa Catalina, Alfonso Cabirto, Inés Domínguez). La población prosperó por su riqueza agrícola y el comercio de peregrinos y pobladores francos; y tuvo una aljama judía.


En la localidad de Cacabelos el agua fluye por doquier
Un nuevo aliciente en el crecimiento de la villa fue la concesión por Sancho IV, en 1291, de una feria anual de quince días de duración, celebrada en las fiestas de la Cruz de Mayo, a la que posteriormente se añadirían otras ferias en San Miguel y San Bartolomé.

Al comienzo de la Edad Moderna, Cacabelos se integra en el marquesado de Villafranca, heredero del conde de Lemos, a quien el arzobispo don Rodrigo de Luna había donado la villa en 1458.

En esos siglos Cacabelos fue una villa de unos mil habitantes, con varias iglesias,la parroquial del siglo XVI, la de las  Angustias del XVIII y ermitas, y un hospital, el de San Juan, en el que se concentraron las rentas y bienes de los anteriores.

Aunque los menos, también podemos ver peregrinos a caballo atravesando la calle de Santa María
La plaza de San Lázaro, donde se construyó un hospital para peregrinos, la Ermita de San Roque, reedificada en varias ocasiones, la Calle de Santa María, donde vienen a dar todas las calles y callejas del casco urbano, la Iglesia de Santa María, lugar de obligada visita para los peregrinos, el Puente Mayor, obra de los siglos  XVI y XVIII y uno de los más monumentales y mejor conservados de la provincia, el Santuario de las Angustias, del siglo XVIII, son algunos de los lugares más emblemáticos que podemos encontrar en esta localidad berciana.


Santuario de las Angustias, a la salida de Cacabelos

Una vez abandonamos Cacabelos, nos sale al encuentro Pieros, pequeña población leonesa que también tuvo mucho que decir en relación a la Orden del Temple, pues es un hecho indiscutible que esta comunidad estuvo fuertemente asentada en las comarcas del Bierzo y la Maragatería, y Pieros distaba relativamente poco de Ponferrada, donde su encomienda mantenía la sede.

Documentos existentes así lo ratifican, pues Pieros figura incluido entre las posesiones de esta Hermandad, junto a Priaranza, la Valdueza -o Valle del Río Oza-, Tremor de Abajo, los Barrios de Salas, y Rabanal del Camino, además de los castillos de Santa María de Antares y Cornatel.

Pieros, cuyo templo había consagrado el obispo Osmundo, en 1086, destacó pronto por el Hospital de peregrinos, y luego por la administración de sus señores feudales: los Templarios, presentes al menos desde 1178.

La Orden del Temple tuvo en Pieros un recinto fortificado, con capilla incluida, al estilo de Aberin (Navarra). La posesión, era lo bastante importante como para constituir una especie de "encomienda menor", mediante la que administrar las ricas propiedades agrícolas del contorno y el comercio con los peregrinos.

La documentación cita, al menos en dos ocasiones, esta circunstancia. Así, entre 1220-1224, figura frey Domingo Fernández "Comendador de Ponferrada y Pieros", y entre 1240-1249 aparece frey Juan Fernández "Comendador de Ponferrada, Pieros y Rabanal".

Las disensiones entre los templarios y el rey, Alfonso IX, provocaron que el monarca les retirase la encomienda de Ponferrada y todas sus posesiones, en 1204, aunque se las devolvió en 1211, tras firmar un pacto de concordia con la Orden.

Tras la desaparición del Temple, a partir de 1312, Pieros pasó a poder de diversos señores feudales. Luego, vino el olvido y la ruina.

Pero mucho antes de llegar los Templarios, junto a esta población se encontraba el Castrum Bergidum, población céltico –astur con cuya conquista Roma dio por finalizadas las Guerras Astur- Cántabras, acontecidas entre el 29 y el 19 a.C. Su nombre pervivió en el tiempo, y acabó aplicándose a toda la región, conocida como El Bierzo.

El castro romanizado, centro administrativo de las explotaciones auríferas del territorio, como las Médulas, fue decayendo tras las invasiones bárbaras y las razzias musulmanas. Sin embargo, su recuerdo perduró y en fecha tan tardía como 1210 el rey Alfonso IX tratará de repoblar el castro, pero sin éxito, porque hacía un siglo que las gentes ya se habían asentado en enclaves al borde del Camino Jacobeo.

La repoblación inicial se había producido, hacia el 1108, de manos del arzobispo compostelano Diego Gelmírez, pero no en el castro, sino centrada en lugares próximos como Cacabelos y Pieros, que crecieron al calor del Camino Jacobeo.

El templo de Pieros, construido bajo la advocación de San Martín de Pieros, presenta planta de cruz latina, y fue consagrado el 19 de noviembre de 1086 por el prolífico obispo Osmundo. Conserva de esta época parte de sus muros perimetrales, la portada septentrional y la lápida fundacional, siendo construido el resto del edificio en los siglos XVI y XVII., se dice que con material obtenido del desaparecido recinto templario. En su interior destacan, por su mérito artístico, la talla de San Martín a caballo y una talla románica de canon corto.

Abandonamos Pieros siguiendo el camino de los peregrinos lo más fidedignamente posible, aunque a veces el trazado de la carretera nacional nos lleva a separarnos ligeramente de su trayecto. Tal es el caso de nuestra entrada en Villafranca del Bierzo, que nosotros hacemos por su calle principal y los caminantes accediendo a la población por la Iglesia de Santiago.


Panorámica parcial de Villafranca , con la iglesia de San Francisco al fondo
En la actualidad Villafranca es un municipio grande, dotado de todos los servicios, pero con un amplio bagaje histórico, ya que se conservan restos de su época prerromana y romana. En esta zona sitúan la ciudad romana de Carcesa y por aquí discurrirían las calzadas prerromanas XIX y XX mencionadas en el Itinerario de Antonino.

Pero será el comienzo de las peregrinaciones a Compostela, tras el descubrimiento del cuerpo del Apóstol en el año 813, y las limitaciones de los romeros para recorrer el Camino, el detonante que haga proliferar núcleos urbanos encaminados a ofrecer una cumplida asistencia a los caminantes, y Villafranca, antesala del angosto valle del rio Valcarce, es uno de estos puntos, adquiriendo tal renombre que constituirá el final de una de las jornadas de peregrinación a Santiago mencionadas en el Codex Calistinus.

Casi con toda seguridad, el origen de esta localidad está asociado intrínsecamente al Monasterio de Santa María de Cluniaco ó Cruñego, donde benedictinos franceses de Cluny –los monjes negros- se asientan en 1070 bajo el reinado de Alfonso VI, para atender las demandas de los peregrinos franceses y trayendo, entre otras cosas, el cultivo de la vid.

Este hecho daría como resultado que aquellos peregrinos galos que no estaban en condiciones de proseguir su camino, se asentaran en esta población, formándose un burgo de francos que darían el nombre “villa francorum” e importancia al lugar.

Pero también podría ser que el topónimo de Villafranca esté marcado no sólo por el establecimiento de franceses, sino que posiblemente también se asentaran judíos, gallegos y gentes de otros lugares dando lugar así a una “villa sin franquicias”.

Como quiera que fuera, lo que sí es cierto es que durante varios siglos el municipio dispuso de dos corregidores, uno para los francos y otro para los del lugar.

El auge de la ruta inclina al rey Alfonso VI a otorgar una cédula el 17 de diciembre de 1072, eximiendo a los peregrinos del pago del portazgo que exigía el castillo de Santa María de Autares, próximo a Villafranca, en “ofrenda al Apóstol bajo cuyo poder está toda España”.

Fue en 1186 cuando el obispo de Astorga obtuvo una bula papal que permitía edificar una iglesia en suelo próximo a Villafranca, con toda probabilidad la de Santiago, y que investida de la misma autoridad que la de Compostela, permitía a los concheiros enfermos o imposibilitados ganar aquí el jubileo santo.


Contraluz de la Iglesia de Santiago
De calles estrechas y empinadas, Villafranca fue cobijo de pobres y campesinos que vendían ante las puertas de sus casas, vino, panes, pescado, fruta, aceite, paja, cebada, carneros y cabritos. 

Pero este panorama no constituyó un obstáculo para que fuera tierra agradable a reyes y nobles, pues ya antes del acabar el siglo XII, Alfonso VII había otorgado el Señorío a esta plaza, lo que provocó que, en sucesivas donaciones, fuera pasando de reales manos a nobles manos, estando siempre bajo la tutela de alguna aristocrática autoridad.


Castillo de Villafranca del Bierzo
Con el paso de los siglos no decayó el auge de esta población, pues Bartolomé de Villalba y Estaña en el libro “Pelegrino curioso”, de 1577, habla de 800 vecinos y dos monasterios franciscanos (monjas y frailes).

El clérigo italiano Domenico Laffi anotaba en su cuaderno de viaje en 1670: “este es un enclave precioso en una hondonada entre cuatro montañas altísimas; en él confluyen dos grandes ríos y es el último pueblo del reino de León, si bien mejor se llamaría ciudad por ser muy grande. Tiene muchos conventos, tanto de frailes como de monjas, una gran plaza y casas bellísimas”.

En los siglos XVII y XVIII llegó a ser un destacado centro comercial, artístico y cultural. Se nombra para el gobierno de la villa y once localidades de su jurisdicción a dos alcaldes ordinarios, un corregidor, seis regidores y cinco escribanos de número.

También fue en esta época la capital religiosa del Bierzo, tanto por el número de eclesiásticos como por las rentas que recibía la Iglesia. A mediados del XVIII contaba con 41 clérigos, incluidos el abad y los canónigos de la colegiata y 131 religiosos: 18 jesuitas, 36 religiosos en San Francisco, 29 concepcionistas, 26 clarisas y 22 agustinas recoletas.


Iglesia de San Francisco
Para no extender más esta descripción de Villafranca, diremos que en las últimas centurias tuvo su importancia en la guerra de la Independencia, y se convirtió en centro de operaciones para la conquista de Astorga, recibió la vista de la Reina Isabel II y del Príncipe de Asturias, futuro Alfonso XII, contó con una cátedra de latinidad, escuela pública y cuatro particulares, y ha llegado hasta nuestros días siendo un punto de referencia para todos aquellos peregrinos que, siguiendo la ruta jacobea, pisan sus calles y disfrutan de sus espléndidos monumentos.

El primero de ellos, el que recibe a los peregrinos que alcanzan esta localidad, es la Iglesia de Santiago, templo románico de sencillísima hechura, con planta de una sola nave y Capilla barroca del s. XVIII en un lateral de la iglesia. Construida con sillares desiguales resulta interesante su ábside con tres ventanas decorados sus arcos con el conocido "Taqueado Jaqués".


Ábside de la Iglesia de Santiago
Destaca en el exterior su portada norte llamada "Del Perdón", constituyendo un magnífico ejemplo de escultura dentro de la provincia de León; sus arquivoltas algo apuntadas tienen decoración de media caña las dos primeras, la tercera motivos vegetales y la última un apostolado que remata en el centro con un Pantocrátor. Sus capiteles representan la Crucifixión, los Reyes Magos, la Epifanía, hojas de acanto, animales fantásticos…


Puerta del Perdón
Ya en el interior, podemos admirar un valioso Crucifijo del S. XIV. Dentro de la Capilla Barroca, en su retablo, se cobija la talla de la Virgen de las Angustias, S. XVI, que constituye un paso muy representativo de la Semana Santa villafranquina. En el mismo retablo aparecen escenas de la Pasión de Cristo. Existen en la Iglesia además otras tallas: la Virgen del Carmen, Santiago, San Blas y Santa Águeda. Finalmente su portada de acceso es muy simple formada por tres arcos sin columnas.

La llamada Calle del Agua resultó ser la arteria con más actividad comercial, artesanal y de tránsito una vez consolidada la Ruta Jacobea, de la que es parte innegable. Toda la calle constituye un auténtico museo de heráldica como también importante muestrario de arquitectura barroca tanto civil como religiosa. Dentro de la arquitectura civil nos sorprenden por su monumentalidad y la armonía de sus formas dos singulares edificios. El Palacio de los Marqueses de Villafranca y el Palacio de Torquemada, ambos del S. XVII. Existen otros ejemplos de gran singularidad como son las Casas Torre, la Casa Morisca, situada al lado de Palacio de Torquemada y fechada en el S. XV.

La Anunciada se edificó sobre las ruinas de un antiguo Hospital de Peregrinos, el de Santiago. D Pedro Álvarez de Toledo y Osorio la mandó construir para su hija, que a la sazón quería profesar como monja. .Su diseño, con portada enmarcada por un gran arco y pilastras toscanas, denota influencia italiana, siendo su planta de una sola nave cubierta por bóveda de lunetos y cúpula en la cabecera. 

En el interior destacan el retablo, decorado con columnas salomónicas y relieves, el Panteón de los Marqueses, decorado con mármoles de colores y una colección de cuadros del pintor renacentista Jusepe Serena, cuya temática está relacionada con la vida eremítica.

Pero salgamos de Villafranca del Bierzo y, siguiendo la ruta de nuestros compañeros peregrinos, adentrémonos en la Comarca de Os Ancares, enclavada entre León y Galicia y paso obligado del Camino de Santiago Francés.

Las laderas de los montes albergan gran cantidad de especies arbóreas
Ante nosotros se abre un paisaje montañoso, de fuertes pendientes y densos bosques, habitado por un pueblo de costumbres más gallegas que castellanas. A partir de ahora empezaremos a ver algunas pallozas diseminadas, viviendas éstas de planta elíptica y techo de colmo, herederas de las tribus prerromanas que habitaron estas tierras y dejaron su huella en las tradiciones vigentes.

Nuestra visita a Villafranca se ha demorado bastante, y suponemos que nuestros compañeros ya han empezado la subida a O Cebreiro. Aunque presuponemos que superar estos últimos kilómetros les llevará una buena cantidad de tiempo, decidimos no detenernos a tomar fotos de los pueblos que a partir de este punto saldrán a nuestro encuentro, pues en muchos de los casos es casi imposible encontrar un lugar donde parar y en otros hay que desviarse unos pasos de la nacional para seguir el itinerario que siguen los caminantes.

No obstante, y para todos aquellos que estén interesados en el turismo del Camino, os vamos a ofrecer unas pequeñas pinceladas de cada municipio, aunque no estén respaldadas por documentos gráficos.

Apenas avanzados cinco kilómetros desde Villafranca, nos adentramos en la población de Pereje, perteneciente al municipio de Trabadelo y habitado por unos cincuenta vecinos.
  
Históricamente, Pereje fue un foco de atención, al ser objeto de un litigio entre dos importantes comunidades monásticas, la de O Cebreiro y la de Villafranca. Y es que el Abad de O Cebreiro, de la casa de Aurillac, levantó una iglesia y un hospital en esta zona, aún cuando ésta pertenecía administrativamente a la orden de los Cluny, de Villafranca.

La iglesia todavía puede visitarse hoy en día. Está dedicada a Santa María Magdalena y alberga un retablo barroco. Hay que destacar la importancia que el hospital levantado por el Abad tuvo en su momento, pues en él se refugiaban todos aquellos peregrinos que, enfermos, eran incapaces de subir a O Cebreiro.

Doña Urraca, que intervino en el conflicto entre los religiosos, también pasó aquí largas temporadas. De hecho, se sabe que los habitantes de Pereje estuvieron exentos del pago de tributos y del servicio militar por orden de esta reina. Cuenta la leyenda, que sus vecinos obtuvieron este privilegio tras prestar ayuda y atención cuando la soberana dio a luz en un hórreo de la zona.

Cada vez más internados en el Valle del Varcalce, pasaremos junto a Trabadelo, capital del municipio y sede del Ayuntamiento, y aunque nosotros no nos detengamos aquí, sí lo harán nuestros compañeros, que pararán a sellar su credencial.

Entre el patrimonio de Trabadelo se encuentran varios hórreos y la iglesia de San Nicolás. Según nos cuentan posteriormente los que han visitado el templo, el mismo está construido en estilo barroco, y cuenta con un retablo del s. XVII. Su aspecto macizo es la nota dominante y la escasez de ventanas confiere a su interior un ambiente umbrío a la par que esotérico.

La Portela de Valcarce, aparece ante nuestros ojos como un pueblo pequeño, de apenas unos pocos habitantes, pero sustentada por un amplio bagaje histórico, pues algunos estudiosos establecen este lugar como el punto donde se cobraba el portazgo, ese derecho de paso que habían de pagar peregrinos y comerciantes para continuar su ruta. Incluso se sostiene también que el castro, situado en lo alto del pueblo y hoy en ruinas, es el que servía de refugio a los cobradores de tal impuesto. Pero este es un hecho que aún está por verificar.

Lo que sí es cierto es que antiguamente se hallaba bajo la administración del monasterio de Carracedo, y que su iglesia, dedicada a San Juan Bautista, alberga hoy en día un bello Sagrario del s. XVI.

Su construcción entra dentro del estilo barroco popular y pertenece a los siglos XVII y XVIII. Tiene una planta rectangular, con una sola nave y espadaña. La cabecera está separada de la nave por un arco de medio punto rebajado ligeramente. Comparte la misma tipología con la cercana iglesia de Ambasmestas.

Portela cuenta con un número reducido de casas, algunas de gran tamaño, con su solana o terraza. En las inmediaciones del pueblo, un monumento al peregrino, construido en piedra, saluda el paso de los caminantes. Completa el conjunto histórico, una concha de forja en su parte posterior.

Como ya hemos comentado en algunas ocasiones, procuramos seguir la estela de los peregrinos siempre que podemos, pero sin desviarnos de la N-VI o carretera de la Coruña. Esta circunstancia hará que a veces no visitemos pueblos que aparecen dentro de la ruta jacobea, como es el caso de Ambasmestas y Vega del Valcarce.

De la primera diremos que alberga la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, un edificio rectangular, de una sola nave y espadaña sobre la cabecera, que es de pequeño vuelo y con un único cuerpo de campanas rematado en un frontón triangular con dos huecos de medio punto para campanas. En el interior destaca en la cabecera el retablo del altar mayor, diseñado en un estilo barroco popular.
Por su parte, Vega de Valcarce ha constituido desde siempre la principal entrada a Galicia desde Castilla, y eso influyó de manera crucial en las disputas entre nobles e Iglesia por mantener su posesión.

Mientras que los arzobispos de Compostela eran los que tenían en sus manos tan codiciadas propiedades, los señores feudales imponían a todo aquel que quisiera pasar a Galicia un pago conocido como “portazgo”, del que ya hemos hablado anteriormente, y este hecho mantenía en continua pugna a estos estamentos.

Tanto fue así, que a un lado y otro de la cuenca del río Valcarce los nobles levantaron dos importantes castillos medievales, el de Autares, ya derruido, y el de Sarracín, que aún se mantiene en pie y desde los mismos controlaban el paso de personas y animales hacia tierras gallegas, cobrándoles de paso los correspondientes aranceles.

La iglesia de la Magdalena, que ha sufrido reformas en distintas épocas, es un edificio de planta rectangular, de una sola nave y torre campanario de planta cuadrada a los pies. En el exterior, la nave, con cubierta a dos aguas, refuerza sus muros laterales con contrafuertes, completando su volumen con la torre, de dos cuerpos para campanas, con dobles arcos de medio punto en cada una de sus caras, convertidos en el primer tramo en balcones con acceso desde el coro. En la obra de los años 80 se recreció un tercero de menor dimensión. Todo el exterior se  presenta revocado en color amarillo con rejuntados resaltados en blanco.

El centro del pueblo alberga un puente de los siglos XVIII-XIX. Es una construcción de un solo ojo en arco de medio punto, realizado con mampostería tosca pizarrosa, con una embocadura de sillarejo de labra imperfecta y un pretil de poca altura.

Igual que los pueblos anteriores no figuraban en nuestra ruta, Ruitelán, un puñado de casas a ambos lados de la carretera , aparece en nuestro camino, pudiendo destacar, como único punto interesante, la Iglesia de San Juan, datada entre los siglos XIII y XVII y entroncada entre el estilo románico y el barroco. Es una iglesia de una nave, con cabecera cuadrada y espadaña a los pies. La espadaña posee un único cuerpo de campanas, con dobles arcos de medio punto rematados en frontón triangular. 

Además, en este mismo pueblo, sobre un altozano, por encima de la antigua Carretera Nacional VI y en las afueras del núcleo, podemos encontrar la Capilla de San Froilán, de los siglos XVII-XIX, y en la que sitúa la leyenda del santo del mismo nombre. Es un edificio de una sola nave cubierta a dos aguas con estructura de madera. La parte trasera de la nave queda semienterrada debido a la pendiente, abriéndose en su interior, junto al altar mayor, la boca de una cueva cubierta con bóveda. Tiene una gran escalinata de mampostería diseñada para su acceso, salvando así el desnivel del terreno en el que se asienta.

En Ruitelán hay también un puente de una sola bóveda de medio cañón realizado en mampostería tosca pizarrosa. Se mantienen restos del pretil original, conservando una albardilla, constituida por un magnífico sillar, de cerca de tres metros de longitud. Ocupa el lugar de un antiguo puente romano, reparado en el siglo XVIII y ampliado a principios del siglo XX, pasando por él el tránsito pesado de la carretera hasta su desviación.

Una vez pasado Ruitelán y antes de alcanzar las Herrerías de Valcarce, nuestro camino se despide del que siguen los peregrinos, pues a partir de este punto ellos tomarán la ruta hacia la Faba y nosotros continuaremos por la N-VI hacia O Cebreiro. 

La autovía del noroeste sigue un trazado paralelo a nuestro camino, y serán varias las ocasiones que planee sobre nuestras cabezas, pero muchos metros por encima de nosotros, que como pequeñas hormigas vamos siguiendo la vega del río Valcarce.


La A-6 a su paso por Os Ancares
Arropados por los frondosos bosques de castaños y robles, la carretera sigue un trazado sinuoso, muy conveniente para que nuestra marcha sea lenta y podamos disfrutar de estos maravillosos parajes.

Desde que atravesemos unas pocas casas de Las Herrerías, establecidas a la vera de la carretera, no volveremos a encontrar más lugares habitados hasta que lleguemos a Pedrafita de O Cebreiro, si no tenemos en cuenta las pequeñas moradas de pastores y labriegos que se encuentran diseminadas por la ladera de la montaña. 

El grueso del núcleo urbano del municipio se encuentra más abajo, en el valle, y únicamente serán los peregrinos los que transiten por sus calles. 

Esta villa debe su nombre a la existencia de cuatro herrerías en las que se trabajaba el hierro y otros metales procedentes de las montañas circundantes. Junto a las Herrerías, un gran pozo del que se extraía cal, le ayudó a ser un gran foco comercial en una época.

En este pueblo puede verse todavía una de estas herrerías. En una amplia parcela, al lado del río Valcarce hay un conjunto de edificaciones denominadas “La Herrería”. Tiene dos alturas y está realizado en mampostería y sillarejo con cubierta de losa a tres aguas. Aquí están situadas las viviendas y la antigua herrería. Hay además, en el segundo cuerpo de la edificación, un molino y una vivienda que actualmente está en uso.

En un altozano se ubica la Iglesia de San Julián, del s. XVIII y perteneciente al estilo barroco neoclásico. Es un edificio de una nave con cabecera resaltada y espadaña a los pies.

Como una continuación de Herrerías, el barrio de Hospital toma su nombre de un antiguo hospital creado en el 1178 para los peregrinos ingleses.

En este municipio se conservan dos puentes romanos, uno de ellos recientemente restaurado. Se encuentra situado a la entrada del pueblo y podemos datarlo en el siglo XV, aunque es de tradición romana. Es un pequeño puente de un solo ojo realizado en mampostería pizarrosa de labra tosca.

Tras Las Herrerías nuestra visita turística en esta etapa está llegando a su final, sólo nos queda ascender a O Cebreiro y esperar allí a los bicigrinos.

Los que deciden subir por la Faba, que también se puede hacer aunque sea mucho más complicado, encontrarán allí la Iglesia de San Andrés, de los siglos XVI y XVIII y con una mezcla de dos estilos, el Renacentista y el Barroco. 

Es un edificio de una sola nave dividida en dos tramos, la cabecera con bóveda de medio cañón y arco perpiaño apoyado sobre pilastras adosadas dando acceso a la nave, que se cubre con una estructura de madera a dos aguas con tirantes, situándose después, en elevado, el coro, de madera recortada y con una escalera de acceso muy rudimentaria.

El edificio se encuentra en un estado de conservación bastante lamentable, estando su patrimonio compuesto por un retablo de estilo barroco y dos pilas, una bautismal con gallones, y otra de agua bendita de amplia proporción y pie bajo, con igual decoración realizadas en piedras enterizas de sillería.

Sólo queda alcanzar Laguna de Castilla y la subida al O Cebreiro estará superada. Es éste el último pueblo de Castilla y León y nos recibe con tres hórreos del s. XIX, aunque no están muy bien conservados. Su planta es cuadrada, de tipo asturiano. 


Camino por el que acceden los peregrinos a O Cebreiro
Y por fin O Cebreiro aparece ante nuestros ojos. Han sido muchas las horas que hemos invertido en llegar aquí, algunos más que otros, pero a todos nos espera la misma recompensa. Una buena cerveza y un suculento plato de pulpo. 


¡A vuestra salud!
¡Os esperamos en la próxima etapa turística!

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