Traductor

Parque de la Alameda

Parque de la Alameda
¡ El Parque de la Alameda se viste de otoño! Vale la pena visitar Santiago

Volvemos al valle. De O Cebreiro a Sarria


Pedrafita se encuentra enclavada en el paraje natural de Os Ancares
Pedrafita do Cebreiro, puerta de entrada a tierras gallegas, nos ha brindado su hospitalidad y la amabilidad de sus vecinos, además de una temperatura refrescante que ha permitido a nuestras personas descansar plácidamente y algo arropadas, circunstancia esta que agradecemos en extremo, pues en nuestra tierra, Toledo, este verano está resultando caluroso y seco por demás, y aunque veníamos buscando frescor y algo de lluvia en estas tierras norteñas, no hemos encontrado aún ni lo uno ni lo otro.

Todas sus casas presentan similar aspecto
Lo que sí hemos apreciado en este municipio lucense, es la armonía en la construcción de sus viviendas, siguiendo casi todas el mismo patrón. Casa blanca, de nueva edificación, de no muchos pisos y coronada por tejado de pizarra. 

Un bonito atardecer el que nos regaló esta villa
Pernoctar aquí nos ha llevado a tratar con sus vecinos, encantadores todos ellos, y también nos ha ofrecido la oportunidad de degustar su cocina, sencilla pero confeccionada con productos de gran calidad.

Pero todas estas ventajas traen aparejadas un inconveniente, y ese no es otro que madrugar al día siguiente para volver a dejar a nuestros peregrinos en el mismo paraje donde terminaron su etapa la jornada anterior, la cumbre de O Cebreiro.

Inmensas las vistas que se aprecian desde el Alto de O Cebreiro
De manera que bien temprano recogemos nuestras pertenencias y cargando las bicicletas en lo alto del coche emprendemos la subida a lo alto de O Cebreiro.

Nos da la bienvenida una clara y fresca mañana, y tras tomarles una instantánea a nuestros chicos y dejarles que inicien su etapa, ya les alcanzaremos después, los demás comenzamos la ruta turística de hoy conociendo un poco el lugar de O Cebreiro.


Todo piedra y pizarra
Hay que hacer notar que la historia de este municipio se encuentra fuertemente influenciada por su relevancia en el Camino de Santiago, aunque ya en la antigüedad los romanos tuvieron en cuenta esta población para incluirla dentro del itinerario del trazado de sus vías, entrando desde Triacastela al interior de la antigua Galicia, luego formó parte de las parroquias adscritas al Camino Real y en la actualidad es punto de paso indiscutible para acceder desde la meseta a la región gallega.

Dichas circunstancias, unidas a la leyenda del Santo Grial que ocurrió en la Iglesia de Santa María de O Cebreiro, han convertido a esta villa en un lugar de peregrinaje obligado desde hace siglos. 

Típicas pallozas celtas
Nos llaman la atención, por su peculiar estructura, unas bajas construcciones de planta circular u ovalada, denominadas “pallozas” por los lugareños, edificadas con muros de piedra que no presentan huecos ni ventanas, si exceptuamos la puerta de entrada. Los tabiques interiores de madera son los que sustentan el techo de paja de centeno, que se ata a un mástil central de roble mediante cuerdas hechas de paja de centeno retorcida.


Actualmente se encuentran muy rehabilitadas y convertidas en reclamo turístico, pues son utilizadas como museo etnográfico o refugio de peregrinos, pero que en su día fueron las viviendas tradicionales de los vecinos de la zona, tribus celtas muy anteriores a los romanos, que habitaban estos bosques y se resguardaban de las inclemencias climáticas construyendo habitáculos para ellos y sus animales.

Si alguien está interesado en disfrutar de un completo poblado de pallozas, le sugerimos que se acerque a Piornedo, pues aunque queda fuera de ruta para aquellos que están haciendo el Camino de Santiago, sólo se encuentra a unos 45 kilómetros de Pedrafita, aunque se tarda bastante en llegar ya que se accede por carretera de montaña, dado que está dentro del parque natural de Os Ancares.

Una de las pocas calles disponibles en Pedrafita
Pero continuemos nuestro paseo por las pocas calles empedradas que vertebran esta población. 

El Santuario, situado en la parte más alta de O Cebreiro, formó parte de un complejo mayor que incluía un monasterio, antiguo Priorato, y un hospital para peregrinos. Estas dependencias fueron abandonadas por sus moradores en 1858, quedando únicamente en uso la Iglesia de Santa María la Real, restaurada en 1961.

La fecha de edificación del primer hospital se corresponde con el año 835, pero será en 1072, al pasar a manos de los monjes franceses de Aurillac, cuando el lugar adquiera más renombre.

Y a partir del siglo XIV, cuando ocurra el Milagro del Santo Grial, la parroquia de O Cebreiro alcanzará prestigio universal.

Si nos guiamos por el decir popular, este Milagro acontecería un crudo día de invierno de los tantos que se dan en esta zona. Un vecino de Barxamaior, aldea cercana a O Cebreiro, desafiando la fuerte tempestad de nieve que azotaba la montaña, se acercó hasta la iglesia de Santa María para asistir a la misa que allí celebraban diariamente los monjes. El celebrante, al reparar en el feligrés y menospreciando de alguna manera su sacrificio de llegar hasta allí, exclamó al verlo aparecer: “cual viene este otro con una tan gran tempestad y fatigado a beber un poco de pan y vino”, sobreviniendo en ese momento el prodigio trascendental, pues la hostia que se está consagrando se transforma en carne y el vino en sangre. 

El relato de este asombroso fenómeno pronto se extiende por toda Europa, y el Santuario obtiene diversas bulas papales y privilegios reales. 

Relicario regalado por los Reyes Católicos
Los Reyes Católicos, conocedores de este acontecimiento, en 1486 emprenden su propio peregrinaje a Santiago, portando entre sus pertenencias un Cáliz y una Patena, bellas piezas del románico especialmente diseñadas para guardar las reliquias del milagro y que son donadas a la iglesia de Santa María una vez llegan a O Cebreiro.

La tradición popular cuenta que una vez de vuelta hacia Castilla, la reina Isabel quiere llevar consigo las mencionadas reliquias, pero una vez llegada la comitiva a Pereje, a unos 20 kilómetros de O Cebreiro, los caballos de séquito abandonan la marcha y resulta imposible hacerlos continuar. Este hecho sobrecoge a los presentes que, dejando hacer a los caballos, ven con asombro como los corceles tornan hacia el Santuario y en sus puertas se detienen. Este lance es decisivo para que la soberana decida retornar el relicario al lugar de donde nunca hubiera debido salir y marche sin más hacia su reino.

Pero no será ésta la única circunstancia en la que se vean envueltos los Reyes Católicos con relación a la historia de O Cebreiro. Su interés va más allá al solicitar al Papa Inocencio VIII la rehabilitación de la hospedería y el hospital y por su mediación el monasterio pasa a depender de la orden benedictina de Valladolid, eliminando de esta forma toda la relación que anteriormente existía con los monjes de Aurillac. 

Conceden al municipio continuos privilegios, que sumados a los obtenidos en épocas anteriores, dan como resultado un O Cebreiro engrandecido, tanto material como espiritualmente. 

Nuestros peregrinos, a las puertas del Santuario
La iglesia, que recibe el nombre de Santa María la Real del Cebreiro por haber sido declarada Santuario de protección real, luce un estilo prerrománico, habiendo sido fundada, probablemente, por monjes benedictinos en el siglo IV. Alfonso VI la pone bajo el cuidado de los monjes franceses de la abadía de San Giraldo de Aurillac, pasando a depender de nuevo de la orden benedictina en tiempo de los reyes Católicos, y siendo finalmente abandonada por ellos tras la desamortización de Mendizábal en 1853.

Tiene planta irregular, cubierta a dos aguas y tejado de teja, presbiterio y arco triunfal con bóveda de medio punto. La torre forma un pórtico con cuatro pilares realizados en mampostería y cuatro vanos de medio punto, representando una construcción típica de la montaña lucense.

El interior está articulado en tres naves irregulares y baptisterio, situado a la izquierda en una habitación separada del resto de la iglesia. En el altar mayor vemos una réplica del Cristo crucificado, cuyo original se encuentra en el Museo de la Escultura de Arte Sacra de Madrid.

A la derecha del altar mayor está la capilla del Santo Milagro en la cual se puede ver la imagen de Santa María la Real. Se trata de la Virgen de los Remedios. Se dice que inclinó la cabeza para poder ver el Santo Milagro y que así quedó. La imagen lleva en una mano el anillo pastoral que le ofrendó el Obispo de Lugo, fray Plácido.

A la derecha están los sepulcros de los protagonistas del Santo Milagro, el feligrés de la parroquia de Barxamaior y el monje de Aurillac. A la izquierda del altar mayor se encuentra la capilla de San Benito, dedicada a los monjes fundadores de la iglesia.

A los pies del altar está el sepulcro del párroco Elías Valiña Sanpedro, principal valedor de estas tierras, que inició las restauraciones del poblado y que fue un gran impulsor del Camino de Santiago. Fue párroco de O Cebreiro desde 1959 hasta 1959, año de su fallecimiento.

Una vez empapados de la historia local, nos volvemos a poner en camino, pues nuestros compañeros ya hace tiempo que comenzaron la etapa, y ésta en concreto, presentará en muchos tramos largas pendientes de bajada, razón más que suficiente para que la bicicleta vaya devorando kilómetros con una rapidez increíble. 

Pero para su desolación, también van a encontrar en esta jornada varias rampas que les obligarán a pedalear con calma, y queremos alcanzarles una vez pasado Santo Estevo de Liñares, cuando coronen el Alto de San Roque, a 1230 m.

Liñares ya se encontraba incluido en el Codex Calixtinus, conocido en aquel entonces cómo Linar de Rege.

Dispone de unas pocas casas a ambos lados de la carretera, y su único rasgo representativo es la iglesia, restaurada en 1963 y fundada probablemente por un diácono del s. VIII. Su nave es de planta rectangular, los muros de cantería y la cubierta está diseñada a dos y cuatro aguas, con tejado de losa.

La fachada tiene una torre que hace de frontis, distribuida en tres cuerpos. El primero constituye un cabildo que resguarda la puerta, enmarcada por un arco de medio punto. El segundo dispone de cuatro vanos y el superior está coronado por cuatro pináculos. En el interior podemos encontrar un interesante retablo barroco.

El parque natural de Os Ancares se extiende ante nuestros ojos


Nos vamos acercando al alto de San Roque, y antes de coronar la cima adelantamos a nuestros ciclistas, a los que esperaremos junto a la gran estatua del Peregrino que se encuentra en este punto de la etapa.




 Las vistas del valle de Veigas da Forcas son espectaculares y haremos trabajar nuestros objetivos para inmortalizar estos idílicos paisajes.



De nuevo nos ponemos en marcha, adelantando a los romeros que por un estrecho sendero caminan paralelos a la Lu-633, y apenas avanzados unos kilómetros, tras una curva sale a nuestro encuentro Hospital da Condesa, aldea con nombre que recuerda al centro asistencial fundado a finales del siglo IX por la condesa doña Egilo, esposa del conde Gatón.

Sirga peregrinal en Hospital da Condesa
La capilla dedicada a San Juan, podría haber nacido de la mano de una de las dos órdenes más influyentes a lo largo del Camino, la de los Hospitalarios de San Juan, también conocida como Orden de la Cruz de Malta, o la de los Templarios. 

Su diseño consta de una única nave longitudinal, una capilla adosada en su fachada lateral sur y un testero plano. Los muros están construidos en mampostería, siguiendo las pautas de arquitectura en la zona, y su cubierta es de pizarra a dos aguas. 
Una torre exenta muy rehabilitada se yergue a los pies del templo, haciendo la función de campanario. A esta torre sólo se puede acceder por una escalera exterior, y nosotros personalmente no vemos los escalones muy fiables, con lo que decidimos seguir nuestro camino.

Iglesia de San Juan
En este tramo la carretera provincial presenta una continua sucesión de ascensos y descensos, difíciles y prolongados, que suponemos que para caminantes y ciclistas deben ser fuente de un padecimiento constante.

Nuestros chicos en el día de hoy han optado por hacer toda la etapa por asfalto, buscando dar un merecido descanso a sus piernas, pero los viandantes siguen escrupulosamente el trazado del Camino, pasando por pequeñas aldeas conformadas por un escaso puñado de casas y su iglesia correspondiente.

Tal es el caso de Padornelo, pequeña aldea levantada al abrigo del Camino y posiblemente regentada en su momento por la Orden de los Hospitalarios de San Juan, pues el Patrono de su Iglesia Parroquial es, como lo es en casi todas los municipios de esta comarca, San Juan Bautista. 

Levantada sobre una nave de planta rectangular, cuenta con un campanario coronado por un remate triangular. Toda la construcción está realizada con muros de piedra y aparejo de mampostería, mientras que la cubierta se realiza con losa de pizarra, composición habitual desde la entrada del Camino en Galicia. La Iglesia tiene una entrada lateral resguardada por un cabildo cubierto con una prolongación del tejado de la nave.

En la parte posterior de la Iglesia podemos encontrar con un elemento realmente curioso: su cementerio cubierto.Su originalidad radica en el uso que se le dio a este camposanto. Durante siglos, los cementerios cubiertos estaban reservados para la nobleza y el clero, como espacios más resguardados de las inclemencias del tiempo, la curiosidad de los animales o la actuación de los ladrones de tumbas. El cementerio cubierto de la iglesia de San Juan, por el contrario, estaba destinado a albergar a los difuntos de las clases más bajas. Así que, aunque seguían sin compartir suelo con los personajes adinerados, enterrados dentro del edificio, conseguían una importante mejora con respecto al uso y la costumbre en otros puntos del territorio.

Nuestra LU-633 deja el desvío hacia Padornelo a la derecha del camino, por lo que decidimos no salirnos del itinerario marcado para tomar fotografías, ya que queremos alcanzar de nuevo a Javier y a Daniel en el Alto do Poio, antes de que sellen su credencial y de paso se tomen un breve respiro.

Paramos, obtenemos unas instantáneas del lugar y seguimos camino hacia Triacastela, donde tenemos pensado detenernos para visitar su iglesia y de paso disfrutar de un pequeño refrigerio.

El Alto do Poio es tradicionalmente un punto de encuentro de peregrinos, pues tras superar el importante desnivel desde Hospital y Padornelo, llega el momento de hacer un alto en el camino y saborear un merecido bocado, además de dar un respiro a los sufridos pies.

Los dejamos descansando y volvemos a la  sinuosa carretera que nos va acercando inexorablemente hasta Fonfría, lugar nacido a la orilla del Camino y cuyo fin primordial consistía en atender en su modesto hospital a todos aquellos peregrinos aquejados de un profundo y severo agotamiento. En sus dependencias los caminantes recibían un sencillo reconstituyente compuesto de fuego, agua, sal y una cama con dos mantas.  Aquellos aquejados con alguna dolencia más grave se veían reconfortados, además, por un cuarto de pan, huevos y manteca. 

Privilegios tales como la exención del servicio militar o la minoración de impuestos, eran la recompensa real que recibían los vecinos de estos municipios a cambio de mantener arreglados y posteados los caminos de la Ruta Jacobea, pues la inclemencias climáticas en estos parajes, sobre todo la nieve, hacían irreconocibles las calzadas en pleno invierno.

Desde el s. XVI, la Orden de los Hospitalarios de San Juan experimentó un auge sin precedentes debido, en parte, a la disposición de los gobernantes interesados en potenciar el Camino de Santiago y en parte, a la necesidad de los particulares de asegurar su futuro espiritual siendo enterrados en los cementerios adscritos a las Iglesias que esta Orden levantaba por doquier.

Tal como ocurrió en Hospital de la Condesa y en Padornelo, la Orden recaló en Fonfría, levantando en este municipio una nueva iglesia bajo la advocación, como no, de San Juan. 

Este templo se construyó sobre un diseño de planta rectangular, con una sola nave y un ábside también rectangular, al que se accede por un arco triunfal de medio punto, con cubierta de bóveda de cañón. Los muros están levantados en piedra caliza y cuarzo, y la cubierta exterior es de pizarra y construida a dos aguas. El campanario tiene un remate de forma triangular, y la sacristía se encuentra pegada a uno de los laterales de la nave.
Todo el conjunto se incluye dentro de los límites que marca el recinto amurallado que lo rodea, donde también hay un lavadero y una fuente. 

En el interior de la iglesia podemos descubrir un hermoso Cáliz trabajado en plata dorada, grabado con una enigmática inscripción que reza:  “soy de ospital de Fonfría”.

Pasado Fonfría volvemos a perder contacto con los romeros, pues la comarcal nos conduce zigzagueando a través de bosques y campos de cultivo hacia Triacastela, pero todo aquél que vaya caminando atravesará O Biduedo y los núcleos de población de Filloval, Pasantes y Ramil.

O Biduedo es una aldeíta de la parroquia de Lamas de Biduedo, perteneciente al Concello de Triacastela. 

Sus orígenes vienen de muy antiguo, de hecho, su presencia ya aparece reflejada en los primeros testimonios recogidos sobre el paso de peregrinos por el Camino, allá por el siglo X.

En esta localidad encontramos la capilla de San Roque, un santuario de escasas dimensiones, que se levanta sobre planta rectangular, en una sola nave. La cubierta, de pizarra, cae a dos aguas sobre artesonado de madera. El amplio pórtico de acceso se abre en tres arcos, uno en la portada occidental, y otros dos en los muros laterales, enfrentados entre sí.

El trabajo de mampostería de esta pequeña construcción es digno de admirar. Las lajas de esquisto, forman, en cado uno de los accesos, arcos de medio punto perfectamente trazados, que se han mantenido durante siglos. La humilde espadaña que corona la ermita, sin campana, está levantada en piedra labrada, sobre un dintel.

El trayecto que une O Biduedo con Triacastela pasa por tres pequeñísimos municipios: Filloval, As Pasantes y Ramil, todos ellos con rasgos compartidos, como su escasa población, entre veinte y treinta vecinos, y otros diferenciadores.

El primero, Filloval, se encuentra pasado el Monte Torricela, topónimo que alude a la antigua presencia de una torre de vigilancia. El origen del pueblo está unido, además de a la presencia del Camino, a la Casa de Samos, vivienda vinculada al monasterio del mismo nombre, que tenía obligación de atender a los peregrinos.

La tradición dice que en esta localidad se debe recoger una pequeña piedra y llevarla hasta Santiago. Una práctica que fue habitual, durante siglos, entre los romeros, y que estaba ligada al transporte de piedras calizas de la zona hasta los hornos en los que se trabajaban los materiales empleados en la construcción de la Catedral de Compostela.

En Filloval encontramos casas de planta cuadrada, con muros de mampostería vista y esquistos (pequeñas rocas de color negro azulado que se dividen con facilidad en hojas) que mantienen una disposición de huecos regulares y cubierta a cuatro aguas, con una pequeña cumbrera de pizarra. Este tipo de arquitectura popular se mantiene en As Pasantes.

La localidad cuenta con una ermita, dedicada a Nuestra Señora de los Dolores, y una capilla de pequeñas dimensiones, la de los Remedios. La primera de ellas está compuesta de una sola nave en esquisto pizarroso, con cubierta a dos aguas de lajas de pizarra, apoyada directamente sobre el muro.

De su arquitectura civil destaca la Casa de la Iglesia, organizada en torno a un patio con un gran portal de entrada. Su elemento más llamativo es la fachada suroeste, con sus tres arquerías ciegas de medio punto y la balconada corrida con balaustrada de madera. También es interesante el juego de cubiertas que cubren las distintas dependencias, reflejo del ingenio y la adaptación de este tipo de construcciones a la vida cotidiana de sus habitantes.

En Ramil, el núcleo más cercano a Triacastela, merece la pena visitar los restos del castro de Ramil o las casas de O`Outeiro y As Teixoieiras, ambas del siglo XVI. También la Casa de la Tuya, edificio señorial del siglo XVIII, incluido dentro de las propiedades del Monasterio de Samos, que se utilizaba para el cobro de diezmos y tributos.

Una profunda pendiente de bastantes kilómetros nos ha dejado a las puertas de Triacastela, capital del Concello del mismo nombre. 

La panorámica montañosa es una constante en la etapa de hoy
El paisaje que circunda esta población es montañoso, pues se encuentra en las estribaciones de las Sierras Orientales, entre las que destaca la Sierra de Oribio, con 1443 m. de altitud. 

Las aguas del río Santalla recorren el territorio, arropadas por bosques poblados de carballeiras y soutos.

Iglesia de Santiago, con su camposanto alrededor
La iglesia parroquial de Santiago de Triacastela pertenece al estilo románico, pues hay vestigios que sitúan su construcción en los albores del siglo XII, aunque no existe documentación escrita que así lo confirme. En sus comienzos estuvo dedicada a San Pedro y San Pablo, cambiando su advocación a Santiago Apóstol una vez se consolidó el Camino Xacobeo. 

La construcción se levanta sobre una nave rectangular, con cubierta a dos aguas de estructura de madera de par e hilera, y cubrimiento de losas de pizarra. La parte más antigua que se conserva, está compuesta por el ábside semicircular, con contrafuertes exteriores que se encuentran con la cornisa, asentada sobre canecillos sin ornamentación, a través de sencillos modillones. El resto de su apariencia actual está marcada por la restauración que vivió el templo en el siglo XVIII.

La fachada está presidida por una torre de planta cuadrada y  estilo neoclásico. Su cuerpo inferior se presenta a modo de pórtico con arcos de medio punto, constituyendo estos el arranque de la bóveda bajo la que se sitúa el atrio. El segundo cuerpo de la torre tiene bajorrelieves de los tres castillos de Triacastela, y una hornacina con la estatua del apóstol Santiago. El último cuerpo de la torre es el campanario, con tres campanas, adornado con ventanas troneras de arcos de medio punto moldurados. Por último, en el punto más alto, está el cupulín sobre tambor ciego octogonal, rematado en pináculo y cruz.

Detalle de la fachada, con la estatua del Apóstol
El interior de la nave central se cubre mediante una estructura de cerchas de madera vistas, pasando a bóveda de cuarto de esfera en el ábside, con un arco triunfal de medio punto en la división de ambas. Dentro de la nave, tenemos dos ventanales en cada lateral, y el coro alto a los pies. En el ala sur, hay una pequeña capilla donde se ubican la sacristía y el trastero, cubiertos ambos a un agua. 

En su interior podemos encontrar dos retablos. Uno, neoclásico, exhibe la Santa Faz y una Virgen Dolorosa alojada en una urna de cristal. El otro, situado en el altar mayor, barroco de finales del siglo XVII, presenta dos cuerpos y tres calles, columnas de sobria decoración, un sagrario y una puerta decorada con ángeles. Sin embargo, de las piezas que custodia, resulta realmente interesante la figura en terracota del XVIII, que representa a Santiago Apóstol con casaca corta roja, muy típica de ese siglo.



Triacastela también dispone de interesante arquitectura civil, englobada en la Casa del Concello, con inscripción de 1528 en la puerta, la Casa del Mesón de Camiño y la Casa da Ponte, que fue herrería y mesón.

Para alcanzar Sarria desde Triacastela disponemos de dos opciones. 

Seguir el primitivo Camino de Santiago, que nos conducirá por A Balsa, San Xil, Montán, Pintín, Calvor y San Mamede do Camiño, todas ellas viejas aldeas de gran tradición jacobea,o  decantarnos por el desvío hacia el sur buscando, a través de los paisajes que ofrece el río Sarria y aldeas como San Cristovo, Renche y San Martiño, la hospitalidad que ofrecen los monjes del monasterio benedictino de Samos.

A nosotros no se nos ha presentado esa disyuntiva, pues ya desde antes de emprender el Camino teníamos claro que nuestro itinerario pasaría por Samos, por lo que al abandonar Triacastela seguimos el trazado de la LU-633 que nos conducirá hasta la misma entrada del municipio.
Vista general del Monasterio de Samos
Los vestigios arqueológicos conservados en el municipio de Samos son testimonios de un remoto asentamiento prehistórico en estas tierras. La manifestación más antigua de esos primeros pobladores se encuentra en las cuevas de Santalla, los túmulos megalíticos de Bustofrío y Trascastro y los castros de Loureiro y Formigueiros, que actualmente se encuentran en excavación.

La abundancia de estos antiguos poblados (castros), indica la importancia de la cultura castrense, manifestada en lugares como Pascais, Romelle, Lourido o Estraxiz; en los que, a pesar de no haberse realizado excavaciones se puede datar la presencia de esta cultura en un periodo comprendido entre el siglo VII antes de Cristo y el siglo II después de Cristo, aunque es muy probable que los asentamientos perduraran hasta la Edad Media.

La llegada de los monjes en el siglo VI va a acaparar la historia del municipio, íntimamente ligada a su monasterio. Su origen se remonta a la época de dominio suevo y visigodo, situando su fundación en el siglo VI, en tiempos de San Martín de Dumio.

El monasterio quedó abandonado en el año 714 con la llegada de los árabes a Lugo, aunque fue por un corto espacio de tiempo pues el rey Fruela I, en la segunda mitad del siglo VIII, asigna el terreno y el monasterio al Abad Argerico que, en  posterior compensación acoge en la abadía al infante Alfonso II el Casto, heredero de Fruela y huérfano a temprana edad tras el asesinato de su padre. 

Aproximadamente en el siglo X la vida en el cenobio sufre un serio revés debido a la falta de hermanos, y será San Virila, abad de Penamaior en Becerreá quien, a petición de los nobles gallegos Arias y Gutier Menéndez, provea Samos de diecisiete monjes que serán los encargados de retornar la vida monástica al convento.

A partir de esta repoblación los monjes allí asentados tomarán la regla de San Benito, pasando a ocuparse de dar hospitalidad a los peregrinos desde el año 960.

Existe documentación del auge del monasterio de Samos en una bula papal de Alejandro III fechada en el 1175, momento en el que la abadía ejercía jurisdicción sobre 105 iglesias repartidas por toda Galicia.

En el siglo XV los Reyes Católicos implantan una reforma en los monasterios benedictinos, orden a la que se incorporó Samos probablemente en el siglo X teniendo como consecuencia un importante impulso en el aspecto económico y en la formación monacal, viviendo una época de intensa actividad en los siglos XVII y XVIII.

En el siglo XIX fue hospital de guerra durante la ocupación francesa. En este siglo se inicia una etapa de incertidumbre para el futuro de la abadía, que ve como en el año 1835 pasa de ser habitada por treinta y siete monjes a tener sólo tres. Esto lleva consigo el deterioramiento del edificio, que fue entregado por el Estado al municipio de Samos, pero por la insuficiencia de fondos para afrontar su mantenimiento fue devuelto a manos del Estado en el año 1862.

No será hasta el año 1880, cuando el monasterio inicie su resurgimiento con la llegada de nueve monjes de la orden, procedentes de Valladolid, que trabajaran en su restauración.

Toda la historia de Samos está ligada al monasterio. Incluso su nombre primitivo, Samanos, que según el Padre Sarmiento significa una comunidad religiosa.

El río Oribio a su paso por Samos



Daniel y Javi han llegado a Samos a la par nuestra, hecho que aprovechamos para tomarles alguna foto ante la fachada principal del monasterio, una vez han sellado sus credenciales.

Ya llevamos bastante avanzada la mañana, por lo que decidimos regresar por la tarde y con tranquilidad visitar el monasterio, al que dedicaremos otra entrada en el blog de turismo.

Va siendo hora de emprender de nuevo la marcha. Sarria y una buena cerveza fresca nos esperan, así que arropados por bosques de robles y castaños hacemos nuestra entrada en esta población, donde dedicaremos la tarde a pasear y asistir a la misa del peregrino una vez hayamos regresado de visitar el monasterio de Samos.

Vista parcial del Sarria
En nuestra próxima etapa hablaremos de Sarria y los pueblos que encontraremos hasta Palas de Rei. 


.

No hay comentarios:

Publicar un comentario